Corría el 6 de febrero de 1906, cuando se produjo uno de los actos más brutales y cobardes que recuerde la historia antofagastina, pero que irónicamente, es poco mencionado por la prensa e incluso la conservadora historiografía oficial.
Se trata de la matanza de la Plaza Colón de Antofagasta, donde 300 obreros (como en el caso de la Escuela Santa María de Iquique, hay versiones encontradas, por parte de las autoridades de la época se dijo que eran menos, testigos aseguran que fueron más) perdieron la vida, masacrados por las balas de personeros pudientes y comerciantes, además de la armada, con complicidad del gobierno.
Media hora para almorzar
En ese entonces, obreros del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia realizaron un petitorio para pedir la extensión de la hora de almuerzo, pero la empresa denegó dicho planteamiento. La negativa de la empresa provocó la natural reacción de las mancomunales obreras, que iniciaron una huelga a la que se sumaron también los lancheros –que eran muchos- junto a los marítimos, estibadores y carretoneros. Obreros todos, que alzaron sus voces para solicitar lo que les parecía justo: un tiempo prudente para compartir el almuerzo con su familia. Treinta minutos más para almorzar.
Las cosas tomaron otro cariz cuando los miles de obreros organizaron un mítin en la Plaza Colón. Ante tan delicada situación, el Intendente de la época recurrió al comandante del Batallón “Esmeralda”, Sinforoso Ledesma, quien facilitó fusiles para armar a la llamada “Guardia Blanca”, que fue liderada por Adolfo Miranda, la que estaba integrada por personeros pudientes y comerciantes de la naciente ciudad de Antofagasta. A su vez, desembarcó un piquete de la marinería del crucero “Blanco Encalada”, fondeado en la bahía desde el día anterior.
Los caldereros y los huelguistas, subieron por calle Prat a eso del mediodía, gritando consignas contra sus empleadores, alzando los puños y dejando en claro que “Obreros somos trabajadores, no esclavos…” Los manifestantes quedaron entre dos fuegos: la “Guardia Blanca” y la marinería del “Blanco Encalada”.
Bastaría un tiro para que se desencadenaran los cruentos sucesos. La balacera cegaría vidas por cientos, la mayoría obreros, caldereros, gente de mar… Una vez más el plomo y la metralla mordían la carne obrera, silenciando las voces de trabajadores que solo pedían media hora más para ir a almorzar a sus casas.
Asesinato Masivo
A las 16 horas, el movimiento obrero se trasladó hacia la plaza. Una hora después, más de dos mil huelguistas llegaron al mitin organizado en la plaza, para escuchar los discursos. Antes del término de los comicios populares, hizo su aparición la Guardia del Orden, lo que despertó la desaprobación por parte de los huelguistas. Tras un intercambio de consignas, el conflicto comenzó con los disparos por parte de la guardia, quienes dispararon desde la plaza y el Club de la Unión. Los obreros huyeron en dirección a la costa, encontrándose con el piquete de la marinería, que abrieron fuego contra los huelguistas. La matanza duró aproximadamente 3 minutos, según informes de la prensa de la época, que en su mayoría tomó partido por los comerciantes.
Durante la noche, los cuerpos fueron levantados y trasladados al cementerio, no existiendo registros oficiales por parte del Registro Civil ni el Cementerio General de Antofagasta.
Esta matanza produjo secuelas.Al día siguiente, un grupo de personas persiguió y asesinó al empresario inglés Richard Rogers (acusado por los huelguistas de formar parte de la Guardia del Orden), además de saquear e incendiar la tienda “La Chupalla”, siniestro que también arrasó con el periódico “El Industrial”. Posteriormente estos grupos continuaron quemando propiedades comerciales e instalaciones ferroviarias vinculadas con el asesinato masivo. El movimiento huelguista decidió deponer las movilizaciones el 8 de febrero, reintegrándose la totalidad de los trabajadores el 10 del mismo mes.
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