Para qué nos vamos a engañar, las expectativas en torno al debut discográfico de De La Tierra eran altísimas. Primero que nada, está la formación del grupo, encabezada por Andrés Giménez ( ex A.N.I.M.A.L), Andreas Kisser (Sepultura), Alejandro González (Maná) y Flavio Cianciarulo (Los Fabulosos Cadillacs) que se presta para algo más allá de lo superficial, no solo la suma de nombres conocidísimos, sino también de sus fuerzas.
Y por cierto, también estaba la promesa de Giménez de volver a instaurar al metal como un género de relevancia en América Latina, mucho más allá de sus temáticas, casi como un asunto personal, debía volver a ese estado que gozó en los noventa.
A medida que el álbum avanza, poco de eso ocurre. No cabe duda de la performance de cada uno de ellos en sus respectivos instrumentos, pero cuando se trata de un súper grupo, se entiende que todos ponen de su parte, aunque el resultado sea extraño. Acá no se consigue la suma de las partes, más bien, la hegemonía de una sola, la de Andrés Giménez. Las canciones tienen un prototipo tan A.N.I.M.A.L que hasta se transforman en algo predecible (particularmente en ‘Somos uno’ y ‘Corran’). La estructura es básicamente la misma, la interpretación vocal (incluso esos cambios entre voz gutural y cantada), y las letras son esencialmente los mismos ideales que se imprimían en la discografía de los argentinos.
Estéticamente, retoma ese sonido de fines de los noventa y comienzos de los dos mil, encontrando en ‘Rostros’ probablemente la combinación de todos los elementos que proclamaba la banda desde un inicio, la unión de sus fuerzas, más que verlos a todos por su lado y al mismo tiempo bajo el alero de Giménez. ‘San Asesino’ y ‘Detonar’, con su calculado headbanging, abren la posibilidad a un álbum más variado, pero al momento de ‘Chamán de Manaus’, la banda tropieza en una forzada conexión entre lo que aporta Kisser versus Giménez.
Si bien los once tracks conforman un disco entretenido, y que incluso podría ser muy disfrutable en directo, no tiene nada que resulte verdaderamente llamativo. Es en general, un intento por volver a una época y revivirla, pero no el esfuerzo conjunto de parir un híbrido tan provocador como fue aquel hace casi veinte años, tal como prometían. Para volver a escuchar lo mismo, ya están los cedés.
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