Sería injusto decir que no pasa el tiempo por Fu Manchu; primero, porque ya son exactamente veinte años de su notable disco debut “No one rides for free”; y segundo, porque, sin dejar de sonar (casi) como siempre, su nuevo disco expresa algunos matices en las composiciones que, probablemente, respondan al avance de los años y la experiencia. Madurez, podríamos decir, pero sin que eso sea sinónimo de pretensión, porque Fu Manchu aún encarna la directísima sensibilidad del rock árido sin ser una caricatura rancia.
Tampoco es que Fu Manchu hoy haga rock progresivo, por más que “Anxiety reducer” o “Radio source sagittarius”, por ejemplo, desplieguen varias partes, cortes, una estructura más compleja y disonancias guitarrísticas peculiares. Porque el desarrollo del cuarteto californiano es distinto al de actos recientes de Orange Goblin, o más aún, de Mastodon o Queens of the Stone Age. Lo de Fu Manchu aún bebe claramente tanto de Black Sabbath (el final de “Dimension Shifter” o la notable “Evolution Machine”, quizás el mejor tema del disco), como del punk a los Melvins (las contiguas “Mutant” y “No warning”), sin dejar de ser, en esencia, el mismo Fu Manchu de “The action is go” (1997), aunque las piruetas sobre la tabla ya no resulten tan fácilmente hoy.
En su nuevo disco de estudio en cinco años, el cuarteto dejó la producción en manos de Andrew Giacumakis, vocalista y guitarrista de Moab, quien hace sonar solidísimos los casi cuarenta minutos de duración, pero con un positiva inclinación a lo orgánico que no es puro efectismo. En ese sentido, “Triplanetary” y “The last question” son un buen contrapunto: la primera una canción a la vena, y la segunda, más reposada y extensa, con un momento instrumental casi dub.
Veteranos y fogueados por el sol de la costa, Fu Manchu aun destila vitalidad y es una opción más que digna en medio del actual panorama rockero para audiencias masivas.
Por Cristóbal Cornejo.
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