Un adecuado debut como solista de una de las voces definitivas de su generación, eso es “Everyday Robots”. Es lo que esperaríamos conociendo a Damon Albarn, ¿no creen que hubiera sido algo muy raro el haber optado por la grandilocuencia que revisitase por ejemplo los sonidos de Britpop? No, eso es solo una faceta de Albarn, el hombre tiene otras. Y llegó para ratificarlas, y evidencia previa existía.
¿Qué más es “Everyday Robots”? Un mosaico de sutil textura que se hace cargo de los 45 años de Damon Albarn a la fecha y como prueba de ello podemos citar las letras que capturan instantáneas de su infancia en Leytonstone, hasta una canción que compuso para un bebé elefante en Tanzania. Ya se notaba de lejos que Albarn (en el panorama de la música británica de los últimos veinte años) es, de hecho, un compositor consistentemente impresionante y “Everyday Robots” está plagado de indicios de que su reputación descansa en un buen pie.
La placa llega justo en una etapa en la que el histórico Blur se carga a la melancolía y reúne un montón de ideas y ritmos que ha recolectado en su vida y nos las presenta en un solo concepto sónico. Y para este efecto despliega una plataforma de beats electrónicos sobre la que se construye todo pero no olvida en el trámite lo orgánico de instrumentos como la guitarra y el piano ni los ruidos sampleados de objetos o situaciones que dan cuerpo a sus notas y sobre todo a sus letras.
Después de haber trabajado con el dueño de XL y reconocido productor Richard Russell en un disco de Bobby Womack, Damon Albarn optó por ponerse en el rol protagonista del solista y dejar a su amigo detrás de la consola. Y es justamente ese sonido relajado-despojado característico de Russell el que empapa casi todo el “Everyday Robots”, pero al servicio de las canciones para que estas brillen aún más.
Este disco está hecho de todos aquellos pequeños e importantes detalles como el motivo recurrente del piano de la canción que da título al disco que de hecho reaparece al cierre, con Brian Eno colaborando en la mejor canción, ‘Heavy Seas of Love’, pero también habría que citar la aceleración gradual del ritmo de ‘Lonely Press Play’ al cerrar como un latido que desemboca en la excepcional (por lo alegre y luminosa) ‘Mr. Tembo’.
El tema del concepto total del disco es la preocupación de Albarn (que se puede remontar a los The Kinks) por la opresión tecnológica de la vida moderna, ya que para empezar proclama en un tema como ‘Selfish Giant’, "es difícil amar cuando en TV está prendida", un tema en que comparte créditos con Natasha Khan, también conocida como Bat For Lashes, y para terminar, explora la idea de que los seres humanos van a evolucionar hasta el punto que sus manos sólo tendrán fuertes pulgares para seguir manipulando una pantalla touch.
Es difícil que en la escucha de “Everyday Robots” uno no termine interpretando el asunto como un comentario sobre el mismo Damon Albarn. Desde el elocuente título de “Modern Life is Rubbish” el histórico Blur ha estado obsesionado con los temas de lugar y pertenencia, a menudo de una manera que sus detractores han encontrado algo falsa (el Parklife como ejemplo) o si no, peor, francamente atroz por lo de la apropiación cultural de algo como el Mali Music del 2002.
Musicalmente, en esta pasada, salva invicto: la inclinación por la sutil melodía que ha explorado a través de The Good, The Bad & The Queen y algunos pasajes menos conocidos de Gorillaz está ejecutada de manera brillante, sin pasarse de listo. La onda expansiva de los siete minutos de ‘You And Me’, otra colaboración en la que aparece Brian Eno, que remata con un frágil falsete, proporciona el que parece el punto culminante del álbum. Sin embargo, después está la maestra pieza titulada ‘Hollow Ponds’ y la ya citada ‘Heavy Seas of Love’. Casi nada.
“Everyday Robots” -hay que entenderlo como el debut de un músico que lleva 25 años en la industria, lo que por sí es insólito- viene a señalar un cambio radical en la obra de Albarn, ya que es en apariencia al menos, una obra que aborda sus orígenes con algo que es lo más cercano a la sinceridad que se podría encontrar en el mundo de la música y el entretenimiento.
Y solo cercano, porque hay momentos aquí cuando lo exótico que le es tan familiar produce resultados ligeramente desviados del tono general del álbum, y la ya destacada ‘Mr Tembo’ podría sonar como una graciosa parodia distractora. No obstante, así también están las representaciones de la infancia en Leytonstone de ‘Hollow Ponds’ y de forma más indirecta, el uso del coro de la ciudad Leytonstone en ‘Heavy Seas of Love’ quiere leerse como un guiño a la infancia y adolescencia.
Se ha especulado mucho en tanto al sonido tan bajado del disco pero no se ha elaborado en tanto a que este es un disco personalísimo de Damon y quizá el más literal para conocerlo, casi como un álbum de fotos. Todos los recuerdos de ‘Hollow Ponds’ parecen como el recuento de un cataclismo social y es solamente la memoria exagerando, haciendo lo suyo en definitiva. Aún más elogios le podemos dedicar a Albarn por hacer de estos lugares a veces comunes y silvestres, algo memorable.
Porque al menos, dejando las hipérboles ocasionales, hay aquí una sensación de auténtica trivialidad en representaciones de lo cotidiano inglés, sobre todo en comparación con algo como lo que fuera un sarcástico “Parklife”. Para dejarlo más en claro los temas líricos y musicales de tranquila melancolía son puestos sobre un telón de fondo sonoro que es cinematográfico y etéreo en lugar de resultar cursi e irónico.
Blur probó en canciones como ‘The Universal’ y especialmente con ‘Out of Time’ que contaban con un Damon Albarn de gran potencial en lo que a compositor melódico refiere, y así es que en los "otros" mejores momentos de “Everyday Robots” (es un disco bastante parejo) como los de ‘Hostiles’, ‘Photographs’ y ‘The History of a Cheating Heart’, Albarn crea magníficas texturas melódicas que son bastante particulares en la música rock británica.
Muchas veces se habla de aquellos discos "que van creciendo en quien los escucha" y se repite aquella descripción con bastante descuido, pero “Everyday Robots” es definitivamente uno de esos: semanas desde la que fuera la primera escucha, el disco se percibe como si hubiera estado ahí por mucho tiempo. No es para todos los oídos, no fue diseñado para vender mucho; solo pretende existir tal y como su creador se lo propuso.
Por Alfredo Lewin.
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