La serie de CHV Sudamerican Rockers, el polémico libro de Claudio y la incursión de González en la música en inglés como Leonino -tras volver al éxito de la mano del precioso LP Libro- son la excusa perfecta para repasar uno de los trabajos musicales más importantes, influyentes y masivos del rock chileno.
Facturado hace exactamente 30 años, un 13 de diciembre de 1984, en plena ola de detenciones y relegaciones de opositores al régimen militar, estos tres chicos que recién llegaban a los 20 años de edad llegaron a gritar lo que tanto la sonsa (y siniestra) televisión milica como la aburrida canción protesta de entonces callaban.
Lado A
1. La Voz de los ’80: “Escucha el murmullo, algo se siente venir…” El himno generacional que abre la placa resume el sonido (más por obligación que por opción) que tuvo este debut. Guitarra-Bajo-Batería, ritmos bailables, coros pegajosos, letras valientes y la evidente influencia de los británicos de The Clash. Pieza fundamental del rock nacional en la que disparan tanto contra la hippie generación anterior como contra el cliché punk en el que se les quería encasillar. Los Prisioneros en estado puro.
2. Brigada de Negro: Las figuras oscuras y presentes del bajo, las melodías vocales a lo Miguel Bosé (ambas compuestas por el mismo genio de recién cumplidos 20 años) y una letra que trata del hastío por el carrete evasivo en pleno toque de queda. Años más tarde confesarían que disparar contra los chicos que van a la disco a agarrarse minas ya no era tema, pero si hubieran pensado así en el 84 nos habríamos perdido esta joya. Mi favorita del LP, por capotera.
3. Latinoamérica es un pueblo al sur de EE.UU.: La Guerra Fría y sus implicancias ochenteras en nuestro Tercer Mundo, resumidas en 4 minutos de un juguetón ritmo de reggae emparentado con los primeros UB-40, una letra siempre vigente y el anti-imperialismo a la vena (contra rojos y rayados) con el que volverían a atacar en Independencia cultural y Maldito sudaca.
4. Eve-Evelyn: Rockero tema que tiene la discutible gracia de ser el único del disco que no fue un hit. Escrito para la mina del barrio, vecina de Miguel, y con la que nunca se consumó romance alguno. González como chancho en el barro metiéndole teclados y programación en la producción final, al estilo de sus amados éxitos anglo en boga.
5. Sexo: El primer ská grabado en el país y en que se luce Tapia en los (literales) tarros. Infaltable en fiestas, el ritmo esconde una lúcida letra sobre el doble estándar de la sociedad de la época (y la actual) respecto a los tabúes del sexo y su evidente uso comercial. El video con las escobas y el burrito es un clásico, aunque funcionaría igual con imágenes de programas de TV-basura del giro de Morandé con Compañía.
Lado B
1. ¿Quién Mató a Marilyn?: Sátira livianita que juega con la muerte en extrañas circunstancias de la novia de todos y que le valió a la banda las primeras escaramuzas con la censura militar por llevar las palabras “comunista” y “sandinista” en su letra (ésta última, en homenaje al disco triple de los Clash). Rockanroll entretenido, con un riff de lujo y batería a lo The Cars, convertido en un clásico instantáneo, a pesar de ser la letra más débil del L.P. por razones obvias.
2. Paramar: “Recuerdo cuando dije que este invierno sería menos frío que el anterior… y aquí estoy, congelándome”. Ruptura colegial convertida en la canción de amor por excelencia. Quizá le pecó la ortodoxia pinkoide del disco o los escasos medios de la época, pero soy de los que piensa que una versión más darky la habría dejado asesina. La he visto algunas veces en vivo (Ferbio sobre los hombros de mi hermana mayor, La Tortuga, Estadio Nacional, Suractivo) y siempre me produce el mismo maldito efecto lacrimógeno.
3. No Necesitamos Banderas: Himno libertario (de verdad, sin necesidad del básico y obvio tuca-tuca) en clave reggae, con un comienzo épico en los bajos, cuando absolutamente a nadie en Chile se le pasaba por la cabeza cantar nada ni medianamente cercano. Para cantar de pie y con una mano en el corazón: “Es fácil vegetar, dejar que otros hablen y decir “ellos saben más que yo”; ponerse una insignia, marchar detrás de un líder y dejar que nos esgriman como razón”.
4. Mentalidad Televisiva: ¿A quién no le ha pasado? Te entregas como un niño, tratando de ser un buen tipo, gentil, liberal y antimachista y terminas pasando por gil. El final es predecible: O te patean, o te gorrean o se la lleva el musculín con auto, que mueve pitos, que le zapatea la nuca en sus narices y que no lee ni el diario. Un drama. (PD: Aplauso cerrado al solo de Claudio).
5. Nunca quedas mal con nadie: Según muchos, la mejor canción de un buen disco va al final y éste podría ser perfectamente el caso. Dedicada violentamente contra el canto nuevo y el lloriqueo inofensivo de las peñas con olor a vino navegado, vendría a ser una declaración de principios de la primera época prisionera, aquella en que sin disparar directamente contra la dictadura – como lo harían un par de años más tarde, parapetados tras los sintetizadores de Muevan las industrias, a lo Depeche Mode o DEVO – privilegiaron lanzar sus venenosos dardos hacia la sociedad que ese régimen iba construyendo… sociedad cuyos principales rasgos se mantienen, lamentablemente, hasta nuestros días. De ahí, quizá, uno de los motivos de la vigencia de este clásico insuperable.
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