Al momento de celebrar a su equipo, los hinchas de los clubes más populares del fútbol chileno rinden homenaje a un personaje, símbolo, color, zona del país o animal que siempre es identificado en lo masculino. Ejemplos sobran: El Cacique, El León, El Bulla, El eterno campeón, El capo de provincia, El decano del fútbol chileno y tantos más.
Sin embargo, a la hora de buscar apodos que intimiden y ridiculicen al equipo rival, los hinchas no se pierden y utilizan en masa el género femenino para despreciar la identidad del “enemigo” futbolístico. Cada uno de estos seudónimos se acompaña, por ende, de un artículo femenino que parece contener en sí mismo una forma de festinar con los adversarios.
“Las zorras” -en el caso de Colo Colo, aludiendo a las prostitutas-, “Las madres” –para los hinchas de la Universidad de Chile, en menosprecio hacia uno de los roles más típicos de la mujer-, “Las monjas” –haciendo mención a la identidad religiosa de Universidad Católica- y así una larga lista de apodos que se suman a la fijación de los seguidores del fútbol por convertir los nombres de jugadores del plantel rival al género femenino.
Cánticos, afiches, memes y la misma campaña comunicacional populista y machista de la prensa reproducen los mensajes de los hinchas en sus portadas, haciendo eco de conceptos como “paternidad”, “soy tu papá” y acepciones similares que se enfrentan intrínsecamente a lo femenino como sinónimo de triunfo, fuerza y hegemonía futbolística. Otra vez, fuera y dentro de la cancha.
Las ofensas hacia el género femenino se suman a la constante utilización del imaginario de la diversidad sexual, racial o de clase como signo de burla. Un arsenal de violencia lingüística que tiene su traducción concreta en los enfrentamientos futbolísticos de los equipos más masivos y las cifras –ya comunes- de heridos y muertos por riñas tras los partidos.
Ya no valen las excusas culturales
Para muchos hinchas del fútbol, la discusión sobre los temas de género no tiene sentido en medio de la agresiva competencia futbolística. Sin embargo, aunque los hombres continúan siendo mayoría entre los seguidores del deporte, las mujeres ya suman un 25 por ciento del total de los hinchas, según la última encuesta Adimark sobre el fútbol.
La presencia femenina en las hinchadas y los tiempos que corren, hoy obligan a los hombres –y especialmente a las mujeres que secundan estos discursos- a repensar el uso del lenguaje que adoptan para ofender al equipo rival. Sobre todo, entre los hinchas que en sus lienzos y cantos declaran ser “antifascistas” y comparten ideales libertarios y de izquierda, que suponen la emancipación de la mujer y el cuestionamiento hacia el orden patriarcal.
Hoy, querámoslo o no, el fútbol continúa siendo uno de los escenarios principales de la idiosincrasia machista que caracteriza a la sociedad chilena: con mujeres y madres vistas como sinónimo de debilidad y derrota, y el apodo “zorra” siendo utilizado para ofender desde una conservadora visión sexual, mientras que entre los hombres se utiliza para alabar sus conductas.
El asunto es: no son sólo palabras ni formas inofensivas de burlar al rival. Sus apodos y ofensas responden a visiones y prácticas vigentes del patriarcado e implican un ataque constante e innecesario hacia las mujeres en general y, en especial, hacia quienes son hinchas del fútbol y hoy asisten en masa a los estadios a alentar a sus respectivos equipos.
Cada nuevo enfrentamiento entre Universidad de Chile y Colo Colo o Universidad Católica, sobretodo, -aunque la tendencia se repita en otros equipos-, nos recuerda que aún es necesario avanzar en convertir la competencia futbolística en un espacio mucho más fraterno y deportivo, donde no sea común tener muertos y heridos como saldo final de los encuentros.
A su vez, parece necesario que el reciente proceso político de numerosos de los numerosos hinchas que hoy se organizan en contra de las Sociedades Anónimas y el fútbol negocio se traduzca también en un rechazo cada vez más rotundo hacia los hábitos cotidianos del machismo futbolístico.
Hace rato, las mujeres nos cansamos de ver a nuestras madres, hermanas, hijas, amigas y compañeras siendo utilizadas en piezas gráficas y en el lenguaje sexista de modo gratuito. Especialmente, aquellas que nos enorgullecemos de la calidad y resistencia de nuestro género para soportar los embates diarios de un sistema que no nos deja descansar ni al calor del enojo o la satisfacción de un partido de fútbol. Aquí, ya no valen las excusas culturales: ni madres perdedoras, ni padres ganadores. Los verdaderos hinchas del fútbol tienen por tarea superar las pobres herencias que hoy los mantienen repitiendo sin pensar discursos machistas, racistas, homofóbicos y, sobre todo, hegemónicos y funcionales a quienes agradecen la eterna división de los pueblos.
Por Vanessa Vargas Rojas.
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