Más de una semana se extendió el estado de extrema gravedad del tagente de la DINA Manuel Contreras. A los 86 años y después de dejar de recibir su diálisis, dejó de existir quien ostentara el título del primer director de la policía secreta de la Dictadura.
En su cargo perpetró los crímenes más horrendos del régimen liderado por Augusto Pinochet. El “Mamo” fue una pieza central en el diseño del terror y también en el círculo íntimo del dictador.
El periodista Juan Cristóbal Peña, autor del capítulo dedicado al ex director de la DINA en el libro 'Los malos', profundiza en las características personales y biográficas del siniestro personaje descrito por Estados Unidos como uno de los tres grandes poderes en Chile durante la Dictadura.
“La maldad de Contreras radica en el poder que tenía. Él se sentía todopoderoso porque todos, menos Augusto Pinochet, debían obedecerle. Eso hizo posible un perfil siniestro”, comentó Peña en entrevista con el programa Semáforo. A la vez, describe episodios de su niñez, como cuando presenció la muerte de su madre -“lo que de cierto modo configuró su personalidad”- lo que unido a los efectos de la temprana pérdida y al maltrato de su madrastra lo hizo vivir lo que Peña llamó la “primera guerra” del torturador, uno de los grandes rencores que lo acompañarán durante toda su vida.
Contreras también fue pieza clave en la creación e implementación de la denominada “Operación Cóndor”, la coordinación de los organismos de represión e inteligencia de las dictaduras militares del cono sur –Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay- para detener e intercambiar miembros de la oposición a los respectivos regímenes, en la década de los 70. Se constituyó así una banda clandestina internacional para la práctica del terrorismo de Estado mediante el secuestro, asesinato y desaparición de dirigentes políticos y luchadores sociales.
Coincidentemente, este 7 de agosto, en Buenos Aires,comienzó la exposición de los fiscales designados por la justicia argentina para llevar el caso. En esta etapa final del juicio, al otro lado de la cordillera, se darán a conocer las conclusiones sobre los hechos investigados y las responsabilidades de los criminales. Manuel Contreras aparece sindicado como uno de los “creadores” de la criminal alianza. En ese rol, mantuvo una estrecha relación con la CIA hasta que se conoció su implicación en el asesinato de Orlando Letelier, cuyo juicio desembocó en la desarticulación de la DINA.
En ese preciso episodio, sucedido a fines de la década de los setenta, otro de los grandes vínculos de Manuel Contreras quedó en evidencia. La relación con Lucía Hiriart fue parte importante de la consolidación del poder del coronel, sobre todo cuando ella demuestra todo su enojo -contra su propio esposo y contra Estados Unidos- por la decisión. “Él intuye o sabe el poder de esta señora en el régimen, es un sustento de poder. Entonces construye afectos con la funcionalidad de asentar un poder que ya es desproporcionado. Además, hay una afinidad ideológica arraigada en el nacionalismo con Lucía Pinochet Hiriart, por lo que llega a esa familia por razones de interés político, ideológico y afectivo (en último término)”, describió Peña.
Los episodios de horror no terminan con la DINA. Por eso, mientras Manuel Contreras vivía sus últimos días, nuevas condenas judiciales se iban sumando al extenso prontuario. Más de quinientos años de presidio por sus acciones de violación reiterada a los Derechos Humanos sumó uno de los más poderosos nombres de la historia de Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Entre sus delitos se nombran algunos como el asesinato a Osvaldo Letelier, la desaparición del ex gerente general del mineral de Chuquicamata, David Silberman o ser el autor inductor del homicidio frustrado contra Bernardo Leighton y su esposa Anita Fresno. Sin embargo, cientos de otros corresponden a luchadores anónimos que solo por manifestar su oposición fueron tomados prisioneros, torturados y desaparecidos por orden del militar.
Por eso, probablemente el mayor dolor de las familias de las víctimas del régimen es que se murió sin contar toda la verdad y, que hasta el último día, guardó lealtad con Pinochet (salvo pequeños episodios como cuando deslizó el vínculo con del narcotráfico con los hijos de su jefe). Esa que se construyó cuando lo defendía de sus enemigos opositores, pero también de los que surgían al interior del propio Ejército.
Su forma de ser le valió el repudio de más de un seguidor de la dictadura. Ejemplo de ello es la última pelea pública entre el columnista Hermónes Pérez de Arce y el presidente de la UDI, Hernán Larraín. “Podría compartir con (Hermógenes) muchas consideraciones referidas al régimen militar o a las causas que lo explican, pero difiero con él en algo central: el rechazo irreductible a las violaciones a los derechos humanos en todo tiempo y lugar (…) Jaime Guzmán recibió reiteradas amenazadas de parte de Manuel Contreras, a quien tanto defiende Pérez de Arce”, dijo el parlamentario defendiendo su posición de que es necesario privar al ex director de la DINA de los atributos de general (r) por su participación en múltiples violaciones a los Derechos Humanos.
Esa participación es la que cientos de artículos de prensa y escritos judiciales sobre el accionar de Contreras son las que describen tenebrosos episodios. En los que queda demostrada la preparación militar y, específicamente, en inteligencia que recibió el “Mamo”.
Algunos documentos describen que en su formación “destaca tempranamente por sus acercamientos al área de inteligencia del Ejército. En 1962, egresa de la Academia de Guerra y en 1966 se convierte en profesor del área de Inteligencia. El año siguiente viaja a realizar un curso de Post Grado de Oficial de Estado Mayor en el Fort Benning, en Estados Unidos. A su regreso, y con el grado de Mayor, se dedicó a impartir clases de Inteligencia en la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes.
En 1970, Manuel Contreras es designado como secretario del Estado Mayor de Ejército y en 1971 viaja a Osorno para tomar la dirección del Regimiento de Ingenieros No4 “Arauco”. Poco después de un año, afines de 1972 asume la dirección de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, a la vez que impartía clases en la Academia de Guerra.
Es en este periodo cuando avanza con sus ideas conspirativas y junto a un par de coroneles y algunos capitanes comenzó a recolectar información y a diseñar un aparato de inteligencia capaz de infiltrar y desarticular las organizaciones de ligadas a la Unidad Popular. Contreras contaba en Chile con un grupo de informantes provenientes de partidos de derecha y de grupos como Patria y Libertad, a la vez que mantenía contactos con agentes de la CIA que operaban en Chile en aquel periodo, eran estos últimos quienes lo dotaban de manuales de las policías secretas de variados países, tales como de la KCIA de Corea del Sur, la SAVAK de Irán y del Servicio Nacional de Información de Brasil”, resume en el sitio Memoria viva.
Fue así como desde el mismo 11 de septiembre de 1973, Manuel Contreras tenía todo organizado y en los subterráneos de Tejas Verdes comenzaron a practicarse las más cruentas prácticas de tortura a todo quien se opusiera al Golpe. “Con el andamiaje legal construido, Contreras da inicio al periodo más negro de la historia reciente de Chile. Entre 1974 y 1977 casi la totalidad de muertes, desapariciones y torturas son de responsabilidad exclusiva de la DINA” agrega el portal de Internet.
Con el fin de la DINA comienza a pavimentarse el camino “empresarial” de Contreras, cuando quedó al mando de diversas empresas originadas en su época de director de la Dirección. Sin embargo, en 1995 las condenas comienzan a llegar y con ellas, se empieza a sepultar la imagen omnipotente del brazo derecho del Comandante en Jefe. La primera fue por el caso Letelier que lo sentencia a siete años de prisión por homicidio y uso de pasaportes falsos. En febrero de 2005 ingresa a la Cárcel Cordillera para cumplir una condena por 12 años por el secuestro calificado del militante del MIR Miguel Ángel Sandoval. Desde ahí en adelante, se lo condena por la desaparición del militante socialista Víctor Olea; por secuestro calificado en la desaparición de 23 personas en el recinto de torturas Villa Grimaldi; por la desaparición de Patricio Soto; por el asesinato de Carlos Prats; por la desaparición de un decorador en 1974; por su participación en el caso Llidó; entre otras, las que finalmente suman 529 años de cárcel para el represor.
Tras su muerte quedan más de mil casos ocurridos entre 1973 y 1989 sin resolver. Y si bien cada día la justicia avanza en la condena a los militares perpetradores de delitos de lesa humanidad, en el seno íntimo de las familias de las víctimas y de los sobrevivientes, el brazo armado de Pinochet será un recuerdo de horror y crueldad. “En la Dictadura estaba Pinochet, Manuel Contreras y Dios”, narran documentos que confirman lo que él muchas veces compartió. “En Chile no se movía ninguna hoja sin su consentimiento”.
Por Paula Campos.
Por Paula Campos.
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