jueves, 24 de diciembre de 2015

¡VIVA LA HUELGA DE TARAPACÁ!

En estos días de tanto ajetreo, para adquirir el mejor regalo para ese ser querido, es cuando cada año me detengo a reflexionar sobre aquella caravana de obreros, mujeres y niños marchantes que salieron desde las calicheras a demandar mejores condiciones laborales. 

Pienso en aquellos niños que a través del desierto calcinante iban tras esa mejora que obtendrían sus padres y que les permitirían tal vez una cena quizás aquella navidad de 1907. Pienso en aquellas oprimidas mujeres de tempranos despertares y tardíos anocheceres ocupadas de las tareas domésticas de casitas o cuartos en extremo inhóspitos. Pero por sobre todo pienso en aquellos obreros que decidieron tomar en sus propias manos la demanda y llevarla hasta el final.

Han pasado los años, 108 para ser exactos, mucha agua ha pasado debajo del puente por el que transitan los obreros, sus penurias y miserias, pero nada ha cambiado.

Esperanza hubo cuando el dirigente revolucionario más reconocido de aquellos años decidió recorrer la pampa organizando a los trabajadores e instándolos a levantarse contra el patrón y el régimen. Pero murió Recabarren, desilusionado por que el partido que él mismo fundó y que se supone sería el partido revolucionario de la clase obrera, buscaba otras salidas a las demandas de los trabajadores. Recabarren esperanzó e iluminó a muchos, cruzó al otro lado del mundo para conocer la experiencia revolucionaria de los Bolcheviques en la Rusia de Lenin y Trotsky, el mismo que escribió posteriormente la “Rusia obrera y campesina”. Ese Recabarren murió.

Si los obreros del salitre fueron golpeados con fuerza por la insolencia de querer emanciparse, luego de la muerte de Recabarren aquellas ideas parecían locas, se desmoronaban y adentraban en las reformistas ideas de burócratas de izquierda que solo apuntaron a triunfos coyunturales desconfiando de su clase.

Hoy me pregunto, imaginando la marcha y posterior masacre en la escuela Santa maría de Iquique en la llamada huelga de Tarapacá ¿qué ha cambiado hasta hoy?

Han cambiado las faenas o territorios en donde trabajan los mineros, ya no están las oficinas salitreras albergando a familias por generaciones. Ya no existen las fichas y las pulperías. Pero están las tarjetas de crédito que cumplen la misma función. El trabajador recibe su salario el que saca del banco en tarjetas que después va a entregar a los centros comerciales que son las pulperías de la actualidad. Si el obrero salitrero trabajaba por una ficha la que sólo podía cambiar por alimento o abrigo en las mismas pulperías instaladas en la faena sin poder comprar en otro lado, hoy el trabajador saca su tarjeta con su sueldo escaso y se encamina al centro comercial para entregar lo ganado con sudor, al mismo patrón que es también el dueño de los Mall, de los bosques, de las montañas, del mar, del agua. Es decir, seguimos siendo prisioneros del capital.

Aquello no va a cambiar, por mucho que aleguemos, si no tomamos el ejemplo de los obreros de aquel diciembre 21 de 1907, que estuvieron dispuestos a entregar la vida, por llevar hasta el final la demanda exigida.

Hoy, cuando ya no está Recabarren y los organismos sindicales se encuentran secuestrados por una burocracia que divide cada intento de levantamiento, que concilia cada demanda con el empresariado, que desmoviliza para no herir a sus gobiernos, es cuando más necesario se hace pensar en aquel diciembre de los albores del siglo XX.


Es la misma clase patronal oprimiendo al explotado


Es por eso que hoy, ante las lecciones que nos da la historia, los trabajadores debemos ponernos de pie y levantar una alternativa que represente fielmente los intereses de nuestra clase, con independencia y autonomía, que tome las demandas de los trabajadores y las lleve hasta el final. Que se organice para desarraigar para siempre de nuestros organismos a la burocracia sindical servil al sistema. Por esas direcciones los trabajadores hemos sido conducidos al fracaso. Por cifrar su confianza en un programa de gobierno, en los empresarios, en un parlamento financiado por los mismos empresarios. Para eso, los obreros de hoy deben saber la historia de violencia de los empresarios. Nos empujan a luchar. Debemos perder el miedo y prepararnos para enfrentarlos.

Entonces, que el recuerdo de aquellos y aquellas que se levantaron unidos contra el explotador y el gobierno de ese entonces, nos enseñe que el único camino es confiar únicamente en la unidad y la fuerza de la clase obrera. Así caerán las fichas y pulperías del siglo XXI, así caerán gobiernos, así caerán explotadores y sus sistema.


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