Los chilenos trabajan más de 2.000 horas al año: 2.097 horas para ser exactos, según la última Encuesta Laboral (Encla). Ese total supera incluso la estimación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), que ubicó a Chile en el cuarto lugar entre los países que más horas laboran, con 1.990, siendo superado por México, Corea y Grecia.
La duración de la jornada ordinaria, según las distintas aplicaciones de la Encla, “se ha mantenido relativamente estable en la última década, a partir de la reducción de la jornada semanal de 48 a 45 horas semanales”, destaca el documento entregado por el gobierno en enero pasado. Sin embargo, en 2014 se consignó una leve alza (44,8 horas), respecto de 2011 (44,6 horas).
A nivel de género, la diferencia de la extensión de la jornada semanal de hombres y mujeres es muy reducida: el promedio para los primeros es de 44,9 horas y para las segundas 44,7 horas. Así, contrasta con el abismo que existe en la brecha salarial, que supera con creces el 30%. En términos de jornada sólo los separan 12 minutos.
Productividad
Pero ¿de verdad los chilenos son trabajólicos? La respuesta generalizada es que no, pues según los expertos lo que se contabiliza en los estudios son las horas que se permanece en lugar de trabajo y no las horas efectivamente trabajadas.
Por ello, Huberto Berg, consejero de políticas públicas de LyD, asegura que también es importante considerar otros informes que muestran que del total de esas horas “trabajadas”, lo que efectivamente se produce es un 50% o 70%. El resto del tiempo corresponde al relacionamiento y otros menesteres como fumar, tomar café o revisar Internet.
La palabra clave, según los economistas, para reducir las jornadas de trabajo es la productividad, uno de los puntos flojos de la economía.
El economista de Rojas y Asociados, Patricio Rojas, dice que se debe mejorar la productividad de los trabajadores, pues “en la medida que ésta vaya aumentando, el país se va a desarrollar y los trabajadores van a necesitar de menos horas para realizar sus funciones”.
Añade que en la medida que los trabajadores se vayan capacitando, conseguirán una mejor remuneración, teniendo más incentivos para trabajar, provocando una disminución de la jornada laboral.
Para el economista de Gemines, Alejandro Fernández, las jornadas laborales extensas tienden a darse en los países de menores ingresos, “en parte porque la productividad es baja, pues en la medida que el ingreso aumenta la valoración del tiempo libre es mayor”, señala.
Por lo mismo, a su juicio, “hoy sería inapropiado reducir las jornadas de trabajo, ya que a los malos resultados de la productividad que ha tenido el país en la última década, se suma el efecto negativo que está produciendo la caída del precio del cobre”.
Según el documento de la Dirección del Trabajo (DT), hay cinco sectores cuyos promedios de horas trabajadas superaron la media nacional: Transporte, con 47 horas; seguido de Comercio, hoteles y restaurantes, con 45,1; Enseñanza y sector Silvoagropecuario, con 45.
Para Fernández, las jornadas que tienen los transportistas se debe a que existen relaciones contractuales que tienen horarios más extensos de lo permitido legalmente. Respecto a la situación del Comercio, señala que, “probablemente la gente opta por trabajar jornadas más largas con el fin de obtener mayores ingresos”.
Por otra parte, las fluctuaciones entre las regiones son menores y no llegan a superar una hora semanal de diferencia. Es más, seis de las 15 regiones se ubican en torno al promedio, mientras que las que muestran jornadas de trabajo semanal más extensas son las del Maule (45,2 horas), Arica y Parinacota (45,1) y Valparaíso (45). Las que menos horas trabajan son O’Higgins (44,2 horas) y Aysén (44,4).
Por empresas, las diferencias en la duración de la jornada de trabajo son prácticamente inexistentes. La extensión de la jornada, en promedio, es levemente mayor en la gran empresa (44,9 horas).
La diferencia en los estratos de menor tamaño es reducida, del orden de 18 minutos entre el promedio de la gran empresa y el de las que tienen un promedio más bajo, las medianas (44,6) y microempresas (44,6).
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