domingo, 8 de mayo de 2016

DEFTONES - GORE

Observar a Deftones equivale a ser testigo de una competencia olímpica de salto largo. A cada intento, la ansiedad por chequear qué registro alcanzan, si fallan o si aún pueden mejorar las marcas de una discografía que, después de 20 años y ocho álbumes, no exhibe grietas. 

El quinteto corre en solitario hace mucho. Sus contemporáneos se han desvanecido entre el agotamiento, intermitencias, algunos en el ridículo. Korn vive del pasado. Slipknot produce música por goteo. Limp Bizkit sigue siendo un chiste. En ese curso, Deftones era el compañero del que se esperan las mejores respuestas -no necesariamente el más popular- pero sí el más respetado por el talento para linkear culturas musicales aparentemente disociadas. Jonathan Davis siempre se retrató a sí mismo como el rarito de la escuela porque le gustaban bandas inglesas, pero nunca supo expresarlo más allá de la rabieta desaforada. Deftones pudo. Encapsularon una furia felina explosiva y sofisticada a la vez. Era metal, era caliente, melancólico y dramático también. Se responsabiliza a Chino Moreno de esa compleja química -y en buena medida así es-, pero el resto del grupo ha llegado al punto de desarrollar un tipo de música única, irrepetible, y que tiene en este nuevo álbum su momento de mayor equilibrio. Si “Koi No Yokan” (2012) fue apuntado más de una vez como el mejor trabajo de Deftones y uno de los títulos sobresalientes de ese año, con “Gore” los juicios se repiten.

A pesar de las quejas de Stephen Carpenter para encontrar el espacio donde encajar su voluminoso sonido de siete y ocho cuerdas, sin contar que lo compuesto entre el cantante y el bajista Sergio Vega no le entusiasmaba, la guitarra sigue siendo omnipresente. Su presencia no cede el más mínimo terreno, sino que los restantes instrumentos han encontrado la manera de habitar otros espacios, enriquecer los ambientes y ajustar aún más la dualidad entre riffs monstruosos y paisajes melódicos. Chino Moreno no es precisamente diestro en guitarra pero domina el manual de Robert Smith en The Cure, donde los mínimos acordes gozan de una expresividad sobrecogedora. ‘Acid Hologram’ es de una belleza apabullante con la banda exhibiendo otros acentos, una ejecución más elástica, los ritmos reptando incesantes y envolventes. ‘Doomed User’, acusada en juicios tempranos de más de lo mismo, lo es y aquello no le resta pizca de calidad y efectividad, con Chino Moreno reaccionando a cada andanada guitarrera mediante grandes melodías intercaladas con canto desaforado, que increíblemente no ha disminuido en lo absoluto después de dos décadas.

‘Geometric Headdress’ exhibe novedades: varias partes, aprontes distintos en la batería -relajo y músculo alternados-, dinámicas diversas. ‘Hearts / Wires’ es de esas canciones que, se puede especular, Carpenter no sabía por dónde entrar: un prólogo de contornos electrónicos y ambientales, luego un pasaje contenido de dark británico, una breve explosión de riff, una transición y luego la recompensa del tipo de coro sugerente y erotizado que empezaron a desarrollar a partir de ‘Change (In the House of Flies’). ‘Pittura Infamante’ recurre a cifras de vals para un corte de fraseo elástico entre bajo y guitarra. ‘Xenon’ tiene algo de Korn en “Issues” (1999) -cadencia, tambores enrevesados- para despegar en suaves melodías. En ‘(L)miri’ queda claro el espacio ganado por el bajista Sergio Vega, mientras Abe Cunningham relaja el golpe violento y cortante. Es una gran composición. Abarca otros espacios. No hay riffs pesados dominantes excepto al final, en tanto la distorsión se refugia en paletas sónicas distintas.

La canción que da nombre a este octavo título pende de dos movimientos en un comienzo -uno acechante, otro histérico-, luego el coro es una clase de cómo Chino Moreno surfea tranquilo y melódico el rugido de Carpenter en clave djent. ‘Phantom Bride’, el tema con Jerry Cantrell de Alice in Chains soleando impecable -un recurso inédito en Deftones-, ejemplifica la manera de maridar metal e influencias new wave. Como cierre, ‘Rubicon’ es el conjunto en sus elementos originales: emotividad, furia, melancolía, una interpretación vocal de Chino Moreno digna del tema central de una película épica y romántica con final agridulce. Después de 20 años, Deftones no solo ha sobrepasado los márgenes del metal enriqueciendo al género, sino que se transformó en un extraño caso de superación constante en una cultura como la del rock donde, a veces, se cree que todo está dicho.



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