martes, 17 de mayo de 2016

WEEZER - THE WHITE ALBUM

Hace algunas semanas leí un libro del chileno Daniel Hidalgo, publicado por Hueders, titulado “Manual para robar en el supermercado” y las apreciaciones ahí vertidas en tanto a la figura de Rivers Cuomo -fundamentales para entender al protagonista de la novela- son muy acertadas para entender la carrera entera de Weezer en especial lo que han hecho en estos últimos 15 años: “En esas canciones Rivers siempre era un tipo extraño, solitario, al margen de cualquier contorno de la existencia y con una versión muy conservadora sobre el amor y las relaciones de pareja. La vida… le parecía un lugar muy incómodo como si no calzara en ninguna parte más que sobre la melodía de sus canciones. En ellas el protagonista siempre perdía o terminará perdiendo en algún momento. Porque las canciones de Weezer solían ser como películas de jóvenes fracasados que... fracasan”.

Y esto nos lleva a deducir que la razón por la que los fans y los críticos por igual, se refieren a aquellos "días de gloria" de Weezer con un tono algo nostálgico y distante. Esto no es porque Rivers Cuomo haya dejado de escribir buenas canciones, sino a que este tipo era como uno de nosotros en ese entonces: “No se parecía mucho a mi vida, pero cuando intentaba traducir sus canciones sentía que hablaba de sí mismo como yo hablaría de mi.” -cito al libro de Hidalgo de nuevo aquí-.

Cuomo era un empleado sin dinero, vestido de manera nada sofisticada, con un mal corte de pelo y una obsesión enfermiza con el fútbol y el sexo entre otras cosas. Era fácil identificarse con él de una manera en la que no logramos hacerlo con otros muchos músicos. Es el posterior éxito comercial de Weezer, combinado con el deseo de Cuomo de convertirse en el perfecto compositor de pop/rock radial, lo que le duele a la “marca Weezer”, es decir, la de la banda como los perdedores absolutos del rock alternativo que estaban hechos para ser diferentes a todo lo demás que podría sonar en la radio, es una cosa sepultada en el pasado. Y para bien, el de la propia leyenda.

Vamos con la música de esta colección 2016. El enésimo homónimo, llamado tambén "The White Album" abre con la muy melódica ‘California Kids’, que puede ser una de esas que resume el espíritu de la placa a la manera de lo sugerido por ‘California Girls’ de los Beach Boys hace más de medio siglo. Y es extraño como esta apertura contrasta con la que cierra el disco, ‘Endless Bummer’ que parte acústica y derrapa en un heroico solo a manos de un tándem de guitarras eléctricas a modo de clímax. Para zafar de este comienzo y final podríamos ensayar que el disco en realidad comienza con el segundo track, la más ambiciosa, en su homenaje a la banda del venerado Brian Wilson cargada de redundantes aires veraniegos que empujan la embarcación en ‘Wind in Our Sail’, una que carga con esas joyas líricas tan extravagantes y propias de Rivers Cuomo tales como: “We got the wind in our Sail/ Like Darwin on the Beagle/ Or Mendel experimenting with a Pea/ We got the wind in our Sail”.

‘Thank God for Girls’ es el primer single y tiene las credenciales para ello mientras que ‘Good Thing’ definitivamente es otra onda Costa Oeste, simple y al grano con aquel piano que la comanda y con un cierto aire a lo que se escuchó en el anterior disco “Everything’s Will Be Alright in the End”. Es obvio que la melodía es lo que prima hasta el momento, pero cuando escuchamos ‘Do You Wanna Get High’ hay una sofisticación, desde las citas a Bacharach, que de pasada recuerda al “Pinkerton”, disco que a estas alturas es un culto legendario. Una composición tan marcada por ese segundo trabajo que, es más, se permite un guiño a ‘Pink Triangle’ en el solo de guitarra.

Un crédito enorme por el White Album va para el productor y súper-fanático de Weezer Jake Sinclair, que aprovechó la oportunidad para regar con todo tipo de referencias auditivas a Weezer clásico desde la icónica línea de guitarra de ‘El Scorcho’ que aparece en medio de ‘California Kids’, al puente en ‘King of the World’, musicalmente un guiño a ‘Only in Dreams’, o la apertura de la mencionada ‘Wind in Our Sails’ que comparte algo más que un parecido con ‘Falling For You’. Otro detalle es que el guitarrista Brian Bell se anota dos composiciones a medias con Cuomo, la primera vez en su carrera, y de ahí el aroma al Blue Album en ‘L.A. Girlz’, pero esta vez con mejores solos, y la ya citada ‘Endless Bummer’ con ese cierre en crescendo cargado con acrobacias guitarreras.

‘King of the World’ que raya en una peligrosa fragilidad posee paradójicamente una fuerza narrativa que la complementa y la convierte en un entendible single promocional, la temática del amor que todo lo conquista incluso las inseguridades y temores de su esposa. ‘Summer Elaine and Drunk Dori’ llama la atención con sus afanes a la Pixies (y ojo que ya habíamos escuchado a los bostonianos en sus vapuleados epés sonando a su vez a-la-Weezer) y aunque es una buena canción, hay algunos giros en sus fraseos que no cuajan, y un cambio clave que ensaya una progresión de acordes que pretende ser tan grandioso como Pinkerton mezclada con Brian Wilson no logra el efecto completamente. Por su lado ‘L.A. Girlz’, más allá de la relación geográfica, tiene algo del genial gancho pop rock del Green Album, por lo que se entiende que sea otra canción elegida como single radial.

‘Jacked Up’ suena como un incómodo Cuomo tratando de zafar vocalmente con algo que no termina de resolver, no obstante, tiene un excelente arreglo a partir de las ideas que se gatillan desde el piano. El mismo Rivers declaró que este álbum estaba supuesto a tener un “feeling Beach Boys” y tal como le sucedía al líder de esa banda tan influyente, en ocasiones al hombre de Weezer también le cuesta… caro. El confuso R&B no del todo logrado de esta ‘Jacked Up’ termina sonando como si el tipo se pusiera en plan solista.

En cierto modo la baja popularidad de la música rock guitarrera en estos años es lo que inspiró este resurgimiento creativo del cuarteto. Considerando que las oportunidades para las bandas de rock que instalan hits que rebalsan en el mundo del pop se han restringido, Cuomo y los suyos vinieron a repensar lo que había hecho de Weezer algo tan llamativo en primer lugar y el regreso de 2014, “Everything Will Be Alright in the End”, fue prueba fehaciente de ello; llegó a demostrar a sus seguidores que la banda aún sabía lo que pesaban (explicitado incluso en ‘Back To The Shack’: “Hey, ojalá les gustemos de nuevo “), que no habían dejado de existir en favor de la creación de canciones pop vacías y torpes intentos de videos virales.

Este álbum blanco se siente relajado y lleno de energía tal como Weezer viene sugiriendo estos últimos años. Una prueba de que, cuando quieren, todavía son capaces de alcanzar esa altura mágica entre el rock y el catártico pop rock chicloso y lo hacen mejor que nadie.



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