El Senado de Brasil, con el voto favorable del 75 por ciento de sus miembros, destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, después de agotado un largo e intenso juicio político, durante el cual se juzgó a la mandatario por haber maquillado las cuentas públicas, lo que supuso una violación a la Ley de Responsabilidad Fiscal.
Por cierto, la ex presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner, también fue acusada durante su gestión de maquillar las finanzas públicas, con la pretensión de ocultar la verdadera realidad económica del país.
En todo caso, cabe recordar que Rousseff fue reelegida para un segundo mandato presidencial en las elecciones de segunda vuelta celebradas en octubre de 2014, por un estrecho margen. Rousseff, postulada por el Partido de los Trabajadores (PT), obtuvo el 51.64 por ciento de los votos contra el 48.36 por ciento logrado por su oponente, Aécio Neves, postulado por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). La victoria de Rousseff se atribuyó al inmenso “voto clientelar” (compra de votos) que manejaron los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Rousseff. Por cierto, la estrategia del “voto clientelar”, basada en programas clientelares (bolsa de alimentos, entrega de dinero en efectivo, regalo de pasteles, etcétera), fue imitada a pie juntillas por el régimen de Álvaro Colom en Guatemala (2008-12) en favor de la entonces esposa de Colom, Sandra Torres, cuya pretensión de postularse como presidenciable en las elecciones celebradas en 2011, fue frustrada por una correcta aplicación de la Constitución.
La remoción de Rousseff ocurre en un contexto de caída del PIB en un tres por ciento, un paro laboral del orden de 11 por ciento y una tasa de inflación del siete por ciento, indicadores que se interpretan como la mayor recesión económica de los últimos 80 años. El escándalo de corrupción de la empresa Petróleo Brasileiro, S.A. (Petrobras) también impactó negativamente al régimen de Rousseff. De hecho, en los últimos meses cientos de miles de personas, especialmente en São Paulo, han venido solicitando la destitución de Rousseff.
El vicepresidente de Brasil, Michel Temer, ha asumido como Presidente. En su discurso de juramentación expresó que “cuando Brasil quiere, Brasil cambia” y que sus objetivos serán “techo de gastos para el gobierno, eficacia administrativa, vuelta del crecimiento económico, generación de empleo, seguridad jurídica, ampliación de los programas sociales y la pacificación del país”.
Rousseff, por su parte, acusó al Congreso de haberle dado un “golpe parlamentario” y sostuvo que el gobierno ha sido tomado por «una poderosa fuerza reaccionaria y conservadora» que «va a adueñarse de las instituciones del Estado para ponerlas al servicio del liberalismo radical económico y del retroceso social». Agregó que “el golpe va a afectar igualmente a cualquier organización política progresista y democrática. Es contra los movimientos sociales y sindicales que luchan por los derechos en todas sus acepciones”. Rousseff también dijo que “es un golpe misógino”.
Como era de esperarse, los gobiernos de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), específicamente los regímenes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, así como el gobierno cubano, se han solidarizado con Rousseff y han rechazado su destitución.
Habrá que ver cómo sortea las adversidades y desafíos el presidente Temer.
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