martes, 11 de octubre de 2016

NICK CAVE & THE BAD SEEDS - SKELETON TREE

Al escuchar “Skeleton Tree”, el décimosexto álbum de Nick Cave & The Bad Seeds, es inevitable pensar en “Blackstar”, el bendito y a la vez condenado último trabajo discográfico del fallecido David Bowie. 

Entregarse a la inexorable labor de dejarse invadir por este torrente de electricidad, de fragilidad y de resonancia, es decidirse a habitar en la cabeza de Nick durante cuarenta minutos, en una experiencia claustrofóbica, inescrutable y ominosa a la vez, como si fuésemos uno de aquellos patéticos peregrinos que vieron el mundo a través de John Malkovich en el clásico film de Spike Jonze.

Cruzando aquel negro umbral de hacer clic, presionar el botón de play en el CD player, o simplemente de dejar caer el brazo en el primer surco, la desolación es instantánea. “Caíste del cielo y te estrellaste en un predio, cerca del río Adur”, narra Cave, sobre un perturbador drone reverberante en ‘Jesus Alone’, automáticamente situando el trágico y mortal accidente de su hijo Arthur, en Ovingdean Gap, Brighton, a mediados de julio del año pasado. Desde hace más de treinta años, las historias macabras del autor de “Murder Ballads” (1996), obras sin parangón en el bestiario de letristas del rock, con sus entes abominables, desequilibrados y plagadas de desenlaces salvajes, siempre se mantuvieron recluidas en una zona de seguridad, lejos del mundo personal.

Sin aclarar realmente cuántas composiciones preceden al incidente, y cuáles fueron escritas con posterioridad, el tono homogéneo de la placa, hace ineludible preguntarse por la génesis de cada una de las composiciones. En la primera y minimalista mitad de “Skeleton Tree”, la voz de Cave, opta por transitar desnuda a través de parajes de sobrecogimiento cinemático, quebrándose al punto de eludir la rítmica en ‘Rings Of Saturn’ y ‘Girl In Amber’, o dosificando explícitas confesiones post traumáticas en ‘Magneto’ (“las ganas de matar a alguien eran abrumadoras”). Al inicio del lado dos, ‘Anthrocene’, vierte destellos de apocalipsis sobre un beat de jazz experimental, aludiendo al impacto violento de la actividad humana en el planeta, con la cualidad narrativa de cada timbre exponenciando las visiones desoladas. Un track impresionante, donde la labor fundamental de Warren Ellis como soporte de Cave es simplemente soberbia.

Reservando la melodía para los tracks finales del disco, el atribulado single ‘I Need You’, cuya letanía invoca a la esposa, Susie Bick, es un lamento por aferrarse al ser amado en medio de la devastadora pérdida (“Los largos autos negros esperando, te extrañaré cuando te vayas, cuando te vayas para siempre, porque nada más importa”). ‘Distant Sky’, un hermoso dúo junto a Else Torp, y el track homónimo, cierran el disco en espera de redención. “Nada es gratis, y todo está bien ahora”, canta Cave, dejando el sondeo por significado en cada una de las palabras, proseguir ad eternum, repercutiendo y taladrando en cada uno de los convocados a escucharle. En el documental de 2014, “20.000 Days On Earth”, el hombre del traje negro pregunta: “¿Sabes cómo se escribe una canción? Escribir canciones se trata de contrapunto. El Contrapunto es la clave. Poner dos imágenes dispares juntas entre sí, y ver qué sucede.” Mitad premonición, mitad elegía, el irrevocable destino de “Skeleton Tree” no podría ser otro que la posteridad. Una magistral y sensible plegaria para dejar que entre el amor.



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