lunes, 2 de enero de 2017

THE PRETTY RECKLESS - WHO YOU SELLING FOR

The Pretty Reckless no se quedan en los laureles. Invierten de inmediato el suceso de su segundo álbum “Going to Hell” (2014) en una placa de gran riqueza estilística como “Who You Selling For”, llena de una evidente madurez tanto interpretativa como estructural. A no engañarse con la portada emo del tercer trabajo de los de NYC, pues de ninguna forma este es otro acto de indie rock alternativo para las masas. Este álbum tiene escrito “Rock clásico” en la frente, según los viejos códices.

“Get your shit together”, dice Taylor Momsen al abrir ‘The Walls Are Closing In’, la intro en piano de ‘Hangman’. Una bicéfala y ardua entrada a un disco áspero y sucio, pero también refinado. El apelativo de “los nuevos Hole”, que tan desproporcionado sonaba a la luz de sus primeros discos, suena completamente certero al escuchar ‘Oh My God’, una mezcla irresistible entre el.arranque de Motörhead y la clásica ‘Set Me Free’ de los glameros vintage The Sweet. “Oh, Dios mío, desearía estar muerta, desearía apagar el ruido en mi cabeza”, exclama Momsen, antes de pasar a la efectiva ‘Take Me Down’ (percusiones, órgano y coros, parte de la excelente producción de Kato Kandhala, de la casa) y la reptiliana ‘Prisoner’, donde la batería doble de Jamie Perkins es la estrella. Dejando de lado los clichés, la banda se atreve a divertirse en pequeñas jugarretas como ‘Wild City’ o depurando las baladas, uno de los puntos bajos de sus placas anteriores.

La bluesera ‘Back to The River’ exuda Led Zeppelin III, y tanto ‘Who You Selling For’ (el corte que da nombre al disco) como la frágil ‘Bedroom Window’ y la espectral ‘The Devil’s Back’, serían perfectas para Stevie Nicks. Es cierto que The Pretty Reckless se hicieron conocidos en base a la inmediatez de su sonido primario, pero si algo viene a demostrar este álbum, es que las composiciones de Momsen y Ben Phillips tienen muchas más aristas, y que la banda no tiene problema alguno en explorarlas, sin importarles las convenciones impuestas incluso por los mismos fans. La clausura con el funk de ‘Mad Love’, que recuerda los flirteos similares de Page y Plant (‘The Crunge’, ‘Trampled Underfoot’), parece exactamente eso: un amor loco, confeso, por el espíritu del rock de antaño. Por supuesto, estamos frente a un disco de premisa arriesgada, pero que a fin de cuentas logra enfrentar a sus propios demonios sin caer en la autoparodia, y descubriendo nuevas facetas en el intento. La más grande enseñanza de los clásicos siempre fue exactamente esa: es mejor moverse que conformarse, no importa para quién te vendas.



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