Salvo lo presentado en “Life Won´t Wait” (1998), el estilo de Rancid nunca ha sido expresado en cuotas artísticas ambiciosas. Su sostén es la calle alimentada por un extenso recorrido en el underground y ese sentido de ira sin muchos altibajos pese al correr de los años.
Y está todo bien con eso, pocas discografías suelen ser tan consistentes como la firmada por estos empoderados punks de Berkeley. “Honor Is All We Know” ya destacaba por una rotunda efectividad, no tan filtrada en “Let The Dominoes Fall”, y al recibir este “Trouble Maker” podemos atestiguar otra (certera) dosis de la misma medicina.
¿Cuál es el plus de Rancid en este ciclo? El uso de los códigos. Sin ampliar su formato instrumental, mantienen vivo el carisma y sentido original del género (‘Ghost Of A Chance’), el lado más airado de Motörhead y Discharge defendido a muerte por Frederiksen (‘Track Fast’) o ese punk rock deshuesado (‘Make It Out Alive’). Todas van al choque, sin excepción. Las señales son claras: Lars, Tim, Matt y Branden siguen siendo un grupo armado hasta los dientes.
Aparte de su vínculo directo con Joe Strummer, pocos nombres en el rock pueden lucir guiños tan sinceros a The Clash como ellos. ‘Telegraph Avenue’ mantiene activo el lenguaje original del combo londinense, tanto como el ska desacomplejado en ‘Where I´m Going’, con la colaboración de Kevin Bivona de The Interrupters, a quienes tendremos dentro de poco en Santiago acompañando a Green Day. También se agradece su perspectiva para mostrar la crudeza ejecutiva del psychobilly (‘Cold Cold Blood’).
Lejos de las miserias sentimentales, Rancid puede presumir, con propiedad, una madura felicidad, actualmente anclada en “Trouble Maker”. Armstrong y sus compañeros no se ciegan en incursiones exóticas, sí se desgastan en defender, cada cierto tiempo, la movida que les cambió la vida. Y hay varios que matarían por contar con un tercio de esas convicciones.
Por Francisco Reinoso.
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