martes, 12 de septiembre de 2017

ÁNGEL PARRA & OTROS - LAS ÚLTIMAS COMPOSICIONES DE VIOLETA PARRA

Los cien años del natalicio de Violeta Parra han ofrecido una serie de homenajes a la figura de la artista. Desde exposiciones con sus famosas y actuales arpilleras a versiones sinfónicas de sus composiciones de raigambre popular –que, dicho sea de paso, ya antes se habían mostrado en público hace casi una década– en total se suman más de 300 actividades desde que comenzaron los festejos, el 4 de octubre de 2016. 

Eso dice, al menos, el sitio web oficial de las actividades relacionadas con la que debe ser la fecha más importante de la música chilena. Y lo más probable es que no se contabilicen los tributos nacidos en peñas o sindicatos, herederos y objetos de varias de las canciones de Violeta y, también, herederos de su figura.

Es tan grande la figura de Violeta, que los intentos por versionarla siempre quedan al debe. Tanto a nivel de forma como de fondo, todo quien aborda el trabajo de la Violeta no logra captar la inmensidad de su impronta ni su carácter potente –a veces, furibundo– de mujer de tierra, de investigadora, de su dualidad amor/odio con la vida. Por lo mismo es que, salvo excepciones, quien aborda su obra sale ileso. Es más, incluso quienes han logrado honrar a Violeta a través de su propio lenguaje musical, a veces reciben más golpes que congratulaciones.

Dicho esto, hay que intentar ser ecuánimes con la revisión de “Las últimas composiciones de Violeta Parra” planteada por sus nietos, Ángel y Javiera. Para ellos, sin duda que es una forma de conectar nuevamente con la matriarca pero también, funciona como homenaje –otro más– a su difunto padre, Ángel o “Paparra", quien dejara este mundo el pasado 11 de marzo a la edad de 73 años. Un primer apronte que conmueve es escuchar su voz en ‘La cueca de los poetas’ y en el cierre de este trabajo, ‘De cuerpo entero’, donde se escucha su guitarrón potente acompañando a su voz, mientras recitaba los versos de su madre.

Sus hijos, en esta revisión del que es el registro más importante de Violeta, trataron con la solemnidad que merece a la obra. Desde el trabajo de cuerdas de Ángel, quien va mezclando guitarras acústicas, eléctricas, guitarrones y charangos con sonidos que recorren prácticamente a todo Chile –tal y como lo hiciese su abuela– y agregando ciertos trucos más “modernos”, a la voz de Javiera, quien a mi juicio realiza su mejor presentación vocal en años, ambos muestran no sólo respeto y admiración sino que, tal y como lo hiciese Violeta, existe un ánimo de explorar, de hacer propio un lenguaje que pertenece a otros para, finalmente, convertirlo en canción universal.

Sin dudas que los hermanos comprenden y honran esa tarea. Ya sea con respeto solemne –‘Gracias a la vida’, ‘Pupila de águila’ o ‘Maldigo del Alto Cielo’– como con cierta rebeldía, en especial en ‘El Guillatún’, ambos logran dar con el lenguaje preciso para que la tarea de actualizar el último trabajo en vida de Violeta Parra, no se transforme en un arma de doble filo.

El gran riesgo de esta revisión radica en los agentes externos que apoyaron a los Parra en las voces. La elección poco ortodoxa –Manuel García, Álvaro López y Álex Anwandter– se entiende como una forma de, nuevamente, apelar a ese dejo de rebeldía propia de la Violeta, de dar una vuelta de tuerca a canciones que pertenecen a la tradición popular.

Estos tres actores, enfrentados a la obra de la Violeta, obtienen distintos resultados. La versión de Manuel García en ‘Cantores que Reflexionan’ parece deslavada, lejos de lo que el cantautor logra con sus propias canciones. Pareciese que la llamada de Violeta –la exigencia, más bien– a quienes encarnan la voz popular fue más poderosa que lo que García intenta retratar con su voz. Por su parte, Álex Anwandter –que aparece en ‘Mazúrquica Modérnica’ y ‘Rin del Angelito’– logra una gran versión en la primera canción, consiguiendo hacer que su voz aporte al tono irónico sin perder la fuerza de su denuncia. No obstante, en la segunda, el cantante queda atrapado entre la desidia propia de versionar uno de las composiciones más cantadas de Violeta Parra o por la figura de la artista, en especial con una de sus canciones más reconocidas.

Lo de Álvaro López es particular. Su voz en ‘Run Run se fue pal Norte’ molesta en un inicio, se hace insostenible en ocasiones. En especial, en el intento de dar dramatismo a una historia que pobló el relato popular del Chile de las salitreras. Sin embargo, sucesivas escuchas hacen que, poco a poco, su versión vaya creciendo y que esté a la altura.

Ángel y Javiera asumieron un riesgo que, claro, ellos consideraron un homenaje más que válido. Lo cierto es que como todo tributo, existen momentos que son álgidos en emotividad y otros, en los que se queda al debe. Y quizás el gran valor de este trabajo no sea lo expuesto en el renglón anterior. Su triunfo es conseguir que el sonido de la Violeta siga vivo para las nuevas generaciones y que estas lo puedan escuchar actualizado pero con una solemnidad acorde a quien es, sin discusión, la figura musical más trascendental del país.



No hay comentarios: