El quinto álbum solista de Steven Wilson comienza con dos canciones escritas junto al gran Andy Partridge de XTC: ‘To The Bone’, una potente pieza cargada de coros explosivos, y la refulgente ‘Nowhere Now’, uno de los cortes más emocionantes de entre los once que completan el registro.
Si bien entre los referentes mencionados por el músico a la hora de delinear el sonido de su nuevo trabajo no está incluida ninguna obra de los de Swindon, Partridge es uno de los compositores favoritos del ex Porcupine Tree. Es fácil ver que canciones como ‘All Of A Sudden (It’s Too Late)’ o ‘Jason and the Argonauts’ no distan mucho de las pretensiones de Wilson: pop de osada estructura, instrumentación refinada, oblicuos detalles y una letra aguda, que observa la naturaleza humana con intriga, desde un punto de vista casi extraterrestre.
‘Nowhere Now’, precisamente, trata sobre observar el mundo desde el espacio exterior, y es una de las canciones que más recuerda a “Hand. Cannot. Erase.” -su éxito de crítica de 2015- junto con ‘Song of Unborn’. Esta última, en el otro extremo del álbum, cierra la obra en un tono similar a ‘Happy Returns’, de su placa antes mencionada, e incorpora un gran guiño a ‘Hello Earth’, de Kate Bush, con una sección de coros ominosos. El mensaje final, “Don’t be afraid to die. Don’t be afraid to be alive. Don’t be afraid”, es el resumen de intenciones de la placa: fuera de los dogmas, la verdadera mentalidad progresiva, es aquella que no teme empujar las formas más allá. Es lo que David Bowie hizo durante toda su carrera, el héroe definitivo del pop progresivo, y es por eso que Wilson se viste de Aladdin Sane para su primera aparición en cubierta.
En una hora de material, el músico exhibe ampliamente su gran destreza para construir atmósferas de alto impacto emocional en todas las formas posibles. Hay elementos de soul en el track homónimo y en la áspera ‘The Same Asylum as Before’ (al igual que en “The Seeds of Love”, el tercer álbum de Tears For Fears, uno de los referentes del trabajo), rock espeso heredero de Jesus & Mary Chain en ‘People Who Eat Darkness’, minimalismo y afectación en ‘Blank Tapes’, junto a la recurrente Ninet Tayeb, quien también deja su marca en el contemplativo single ‘Pariah’, con un explosivo final que recuerda a ‘Woman In Chains’, de los de Bath. La hipnótica y mecánica ‘Song of I’, junto a la suiza Sophie Hunger, bien podría estar en un disco de Depeche Mode, y la electrizante odisea de casi diez minutos de duración llamada ‘Detonation’, transita desde la electrónica pulsante y etérea, pasando por el rock más estridente hasta llegar al funk fusión, en constante evolución y desdoblamiento.
Lejos de lo que podría sugerir el controvertido single ‘Permanating’, con su factura ligada al Jeff Lynne más disco (‘Nightrider’, ‘Shine a Little Love’), más que una antojadiza colección de canciones pop, “To The Bone” puede considerarse como el álbum más progresivo hecho por Steven Wilson a la fecha, puesto que desafía las concepciones oxidadas que el mismo género y sus seguidores tienen de sí mismos. En su forma, está su fondo: así como “The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)”, del 2013, fue un monumento al prog del pasado -Alan Parsons incluido- éste es un álbum sobre el destino mismo del prog, del pop, y del rock, un presente y un futuro sin fronteras. “Una vez que le hemos dado un sentido a nuestro mundo, queremos ir a arruinar el de los demás porque su verdad no calza con la nuestra. Pero el problema, es que la verdad es un cálculo individual. Todos tenemos distintas perspectivas, no hay una sola verdad, ¿no?”, dice una voz al inicio. Ésta es la verdad de Steven Wilson, al desnudo, en su núcleo mismo: progresivo hasta los huesos.
Por Nuno Veloso.
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