jueves, 28 de junio de 2018

EL MUNDIAL OLVIDADO

Lo del Campeonato del Mundo de fútbol en la Patagonia, creemos que es una fantasía… pero siempre hay algo de verdad en la fantasía, reconoce Osvaldo Bayer, historiador y escritor argentino.

Es el comienzo de Il Mundial dimenticato (The lost World Cup) un trabajo de los italianos Lorenzo Garzella y Filippo Macelloni que se estrenó en los cines italianos el 1 de junio de 2012. El punto de partida resulta inquietante y, sobre todo, sorprendente. ¿Un torneo mundial en 1942 y no había constancia general sobre el particular?

Basta situarse en aquel lejano año '42 para comprender inmediatamente que a la Segunda Guerra Mundial todavía le quedaban tres desesperantes años para tocar a su fin. El fútbol, al menos en Europa, no era objeto de debate ni preocupación. La última campeona del mundo, la Italia de Mussolini, bastante tenía con tratar de librar una batalla bélica que si bien se antojaba desigual, nadie estaba en aquel entonces en condiciones de asegurar nada acerca de su desenlace. La FIFA ya había advertido al comenzar la cruenta contienda en 1939 que no habría cita mundialista en 1942 a pesar de que los rectores del fútbol habían tenido sobre la mesa tres candidaturas para albergarla.

La Alemania de Adolf Hitler, el Brasil de Getúlio Vargas y la Argentina de Agustín Pedro Justo se habían ofrecido en 1936 para poder ser sede mundialista seis años más tarde y a pesar de que los de Justo —a diferencia de Brasil y Alemania— mantuvieron su neutralidad durante la guerra, el panorama no parecía ser el más propicio para la disputa de torneos deportivos. Así se ha escrito la historia hasta 2011, año en el que Garzella y Macelloni firman el concienzudo trabajo cinematográfico que nos ocupa. La aparición bajo tierra de los huesos del realizador Sandrini asiendo su viejo utensilio de trabajo puso en alerta al periodista local Sergio Lewinsky, alguien que llevaba tiempo reuniendo piezas de un puzle que no acaba de casar. Algo faltaba para darle carta de crédito al Mundial de la Patagonia de 1942.

«En 1991, en uno de mis primeros viajes a Argentina, me encontré con un viejo entrenador de fútbol que me habló de un Mundial organizado en 1942». Quien así se expresa ante la cámara no es otro que el genial exfutbolista transalpino Roberto Baggio.

«La primera Copa del Mundo, aunque no fuera oficial, en la que participó Inglaterra fue aquella de 1942. Aunque es cierto que no se sabe demasiado sobre aquel Mundial», revela Gary Lineker, delantero inglés que jugó en el FC Barcelona entre otros equipos.

El escritor y periodista italiano Darwin Pastorin reconoce haber escrito sobre el Mundial de 1942 «hace muchos años, como consecuencia de una carta que había escrito un tío mío de Verona que se había marchado a Sudamérica y en la que afirmaba haber querido participar en aquel evento. Aunque siempre he pensado que la misiva era bastante fantasiosa».

Jorge Valdano, sentado en un Bernabéu vacío, también hace su aparición en el film. «El mito está relacionado al misterio. En los tiempos actuales donde la televisión lo muestra todo, es mucho más difícil llegar a convertir en leyenda un partido», declara el campeón del mundo del 86.

Víctor Hugo Morales, el radiofonista que marcara a medias con Maradona el gol del «barrilete cósmico» añade su parte desde el estudio donde trabaja. «En todo lo que yo escuché hablar de este Campeonato del Mundo de 1942, hay circunstancias muy llamativas. Aquello de los indígenas que hipnotizaban a los atacantes rivales. Y es probable que como el poder es el que elige qué es lo que hay que recordar, ningún poder haya tenido demasiado interés en que esto fuese evocado».

Mas hasta el cuasi centenario expresidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange recibe la visita de la pareja italiana para que dé su parecer al respecto de semejante sorpresa. «No, yo no he conocido ese campeonato. Pero si es ficticio debe tener un valor, y este valor, aunque sea ficticio, es importante para el fútbol».

Sergio Lewinsky ya había escrito en 1998 acerca del torneo y en las líneas que dejó aclaraba dos aspectos. El primero hacía referencia a la falta total de información acerca del mismo en los libros de historia, el segundo incidía en el lugar de la celebración del campeonato: la Patagonia.

Martin Ferri, el que fuera responsable de la pulpería desde 1933 hasta 1991 se explica en un español que mezcla con su italiano de origen: «Aquel día [el de la inauguración de la Copa del Mundo] fue un día glorioso para los italianos. Aquellos jóvenes, que desafiando al fascismo, llegaron a ese lugar olvidado de Dios y de la guerra para intentar llevarse la Copa Rimet que la misma Italia había ganado en París el año 38».

La incredulidad, el asombro y el regocijo del espectador van en aumento según pasan los minutos y crece aún más cuando nos presentan al muñidor de esta bendita locura del '42. Una grabación radiofónica de diciembre de 1941 nos sirve para comenzar a saber quién era el Conde Otz: «El Mundial de la Patagonia será recordado dentro de cien años como el evento deportivo más importante del siglo XX. Será la única manifestación capaz de parar la guerra. Aquellos que ahora se ríen de mí, leerán mi nombre en las páginas de los diarios de todo el mundo».

¿Pero quién era este noble visionario? Vladimir von Otz era un adinerado benefactor europeo que manejaba un discurso similar al de Jules Rimet, presidente de la FIFA, que estaba como él empeñado en que la guerra se podría parar si se conseguía celebrar la Copa del Mundo. Ambos idealistas habían tenido a bien reunirse en Buenos Aires para que la Patagonia acabara siendo el escenario del evento. Y como se va viendo durante la historia de Garzella y Macelloni, el Conde Otz era difícil de desanimar. Tanto él como el cineasta Guillermo Sandrini resultan imprescindibles en este Mundial sorprendentemente descubierto que se nos va mostrando. Sandrini es un camarógrafo de provincias pero muy amigo de la constante innovación y eso satisface a Otz. Ambos acuerdan cubrir el próximo evento al estilo de Leni Riefenstahl en los Juegos de Berlín 36. Tratar de que el ímprobo esfuerzo del Conde por sacar adelante semejante empresa quede para la historia filmado como una obra de arte, como algo único.

El verano del 41 el Conde Otz recorre los principales municipios de la Patagonia para reunir, entorno a la gran obra del dique de Barda del Medio que entonces se llevaba a cabo, a la población local así como a los representantes de las distintas comunidades de inmigrantes existentes. Es ahí donde se cierra el trato. Se disputará la cuarta Copa del Mundo de fútbol en la Patagonia con un total de doce equipos compuestos por obreros, mineros, ingenieros, militares, excavadores, pescadores, exiliados y revolucionarios fugados mezclados con unos pocos futbolistas profesionales. Países como Alemania, Inglaterra, Escocia, Polonia e Italia se enfrentarían entre sí y ante equipos tan llamativos como el Real Patagonia o el Mapuches, compuesto por uno de los grupos indígenas de la región dotados de una habilidad futbolística ignota pero muy valiosa.

El resto de esta alocada, desconocida y admirable aventura puede paladearse en este impagable trabajo de la pareja italiana de cineastas que lleva por nombre Il Mundial dimenticato (The lost World Cup). Una auténtica sorpresa para los mayores amantes del balompié y no exenta de drama, racismo, amor, infidelidad, magia y habilidad futbolística que está disponible desde hace más de un año y que permanece casi tan silente como la historia del Mundial de 1942 esperando que el buen aficionado caiga en sus redes.

¿Puede ser cierto que se descubra una historia como esta casi siete décadas después? Esa es la cuestión que resuelve esta pieza de producción italo-argentina de 93 minutos de duración. ¿Te la vas a perder?

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