Un lunes 5 de septiembre de 1988, exactamente un cuarto para las once de la noche se abrió por primera vez, durante el régimen militar, un espacio televisivo para la disidencia política. El contexto: la campaña publicitaria en contra del gobierno de Augusto Pinochet que buscaba el triunfo del “No” en el próximo plebiscito. Más del 70% de los televisores chilenos estaban encendidos para ver y analizar las campañas “Chile la alegría ya viene” y “Chile un país ganador”, representantes del “No” y el “Sí”, respectivamente.
Dicen que los primeros recuerdos que uno tiene en la infancia empiezan entre los tres y cuatro años. Justo la edad que yo tenía para el plebiscito del '88 y justamente son esas las primeras imágenes que retengo de mi niñez. Mi primer recuerdo: mi mamá me estaba vistiendo para ir al colegio. Todas las mañanas el canal nacional comenzaba su transmisión tocando el Himno Nacional, el que probablemente me había aprendido hacía muy pocos meses. Entonces, pensé que yo no quería que ganara el “No” porque iban a cambiar el Himno y yo iba a tener que hacer el esfuerzo de aprenderme otra canción.
Se lo comenté a mi mamá que me miró muy seria (el primer recuerdo que tengo de mi mamá mirándome fijamente y sin ningún gesto en su rostro). “El Himno no va a cambiar si gana el “No”. Si gana el “No” vamos a vivir en un país libre, vamos a recobrar la posibilidad de decidir nosotros mismos a quién queremos para que dirija el país. Si gana el “No”, las calles volverán a ser nuestras”. No sé si hayan sido esas palabras exactas las que me dijo en ese momento pero al menos recuerdo que la idea era esa. Sí resuenan aún en mis oídos infantiles los conceptos de libertad y decisión, que conociendo a mi mamá, seguramente utilizó ese día. Sospecho también haberme quedado conforme con esa explicación porque mis recuerdos siguientes son arrastrando por toda la casa una banderita de la “Alegría ya viene” y mostrándosela a todos los compañeros que salían y entraban allí.
Desde el ejercicio de la memoria podemos expresar nuestra propia visión del significado del plebiscito de 1988, aquellos que fuimos actores principales de este proceso histórico, el cual se inicia desde el mismo día fatídico del golpe de Estado y recorre con una serie de hechos y personajes durante la larga oscuridad del periodo donde la dictadura ejerció el poder. Cada foco de resistencia, cada acción de rebeldía, el uso de las armas por algunos militantes de izquierda, las protestas sociales iniciadas en 1983, los paros nacionales, los estudiantes universitarios en las calles protestando, los secundarios en marchas, los trabajadores convocando a paro, los gremios profesionales sumándose a las paralizaciones. Los crímenes y sus víctimas, los abusos de poder diarios, el miedo permanente.
La campaña del NO, se sobrellevó en este tipo de país, donde la censura y el abuso eran la práctica diaria, por ende, cada uno de los jóvenes estudiantes, pobladores, trabajadores, dueñas de casa, que nos atrevimos a levantar la voz, a pararnos en la barricada, a marchar aunque fuera una cuadra gritando: “Y…. va a caer, va a caer, la dictadura va a caer”. Soñamos, creímos, teníamos esperanza.
Soñamos con terminar con la dictadura y su cultura de la muerte, creímos en que éramos protagonistas de la construcción de un nuevo tipo de sociedad, nuestra esperanza era que la paz, el diálogo, nos llevaría a instalar una cultura de la vida.
Cuando en 1987, se abrieron los registros electorales, hubo que hacer campaña para inscribirse. Ahí cientos, miles de nosotros dedicamos días y semanas para recorrer calles, poblaciones, conversando con la gente, llamándolos a inscribirse. Esa campaña la hicimos a puro temple, con la sola convicción de que podíamos traspasar nuestra esperanza a los miles de chilenos que dudaban de la posibilidad siquiera de terminar con la dictadura.
Cuanta energía y emoción derrochamos en aquellos días, cómo enlazamos nuestras manos en las concentraciones por el NO, cuántos artistas apoyaron y cómo los sentíamos más cercanos que nunca, cuán orgullosos estábamos con nuestra chapita del NO, cómo lloramos con los testimonios que aparecieron en la franja televisiva del NO, cómo cantamos el himno del NO, en efecto, cada día que pasaba nuestras emociones y certezas crecían, la mayoría deseaba terminar con la dictadura, la mayoría anhelaba con retornar a la democracia, incluyendo a los miles que no sabíamos que significaba ello.
Trabajar para la campaña del NO, lo hicimos por un ideal, sentíamos que era el único camino para terminar con la dictadura, por acabar con sus crímenes e injusticias, lo hacíamos por todos los que habían muerto y sufrido producto de la represión, lo hacíamos por el pueblo de Chile.
El 5 de octubre de 1988, sí triunfó el pueblo chileno, sí llegó la alegría, sí alcanzamos la democracia, sí derrotamos a la dictadura, pero no fue solo producto de un lápiz y un papel, no, ese fue el corolario, fue el resultado de las movilizaciones sociales iniciadas cinco años antes, fue debido a la resistencia valiente y decidida de unos pocos que se inmolaron ante la dictadura, fue fruto de años de resistencia, a pesar del miedo, a pesar del odio de algunos, a pesar de la campaña del terror levantada por los medios oficialistas. Esa noche nuestra vida tuvo sentido, alcanzó una trascendencia histórica: fuimos protagonistas de una gesta democrática y eso nadie, ningún gobierno, político, nadie va a deslegitimar lo que se logró hace treinta años.
Si la democracia reconstruida no es la esperada, pues bien, a trabajar para mejorarla, si la clase política de centro izquierda se aburguesó en el poder, entonces a reemplazarla, si siguen existiendo injusticias sociales, lo que queda es movilizarnos para terminar con ello, es cierto, el triunfo del NO fue un paso, permitió iniciar la reparación de lo destruido en dictadura, y si bien, han pasado ya tres décadas, aún es necesario asumir que hay una tarea ardua para avanzar en la democratización de la sociedad, y en ese escenario, el triunfo del NO es un hito relevante, de aquellos que generaron expectativas en el siglo XX y del cual los demócratas actuales no deben ni pueden desdecirse.
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