lunes, 7 de noviembre de 2016

PIXIES - HEAD CARRIER

El legado artístico es un arma de doble filo, en especial cuando el paso del tiempo te obliga a competir contra ti mismo. Seguro los Pixies están conscientes de esto, considerando la tibia (y frecuentemente hostil) recepción que tuvo hace dos años “Indie Cindy”, su primer álbum de estudio en más de dos décadas. Ese disco encontró al conjunto liderado por Black Francis luchando contra las expectativas brutales que venían de la mano de su regreso y, como si fuera poco, con la salida repentina de Kim Deal, su histórica bajista. 

La tormenta perfecta de factores terminó en que un disco sólido (pero algo inofensivo y por tanto, decepcionante) fuese destrozado de manera despiadada por la prensa e ignorado por los fanáticos.

Lo bueno es que, habiendo dejado esa piedra de tope atrás, los Pixies pudieron por fin enfrentar otro nuevo álbum sin tanto escrutinio, y el resultado es refrescante para ellos y nosotros. “Head Carrier” reencuentra al cuarteto con esa confianza que parecía mermada en “Indie Cindy”, y si bien no le pisa los talones a obras maestras como “Surfer Rosa” (1988) o “Doolittle” (1989), sí es una digna entrada en su discografía, el trabajo de unos verdaderos sobrevivientes de la música que parecen disfrutar haberse librado de la presión de tener que superar un legado francamente insuperable. En vez de intentar recrear la extravagancia desquiciada de su juventud, “Head Carrier” opta por sonidos inesperadamente melancólicos (e incluso dulces), aunque manteniendo una sensación de amenaza sutil que ha caracterizado a la banda incluso en sus momentos más accesibles. Y quizás lo primero que notarán es que los Pixies pocas veces han sonado más abordables que aquí.

Es probable que esta sensación de estabilidad que emite “Head Carrier” tenga que ver con la consolidación de la actual formación del grupo. La argentina Paz Lenchantin (A Perfect Circle, Zwan), quien se integró al cuarteto una vez finalizadas las grabaciones de “Indie Cindy”, es ahora la bajista oficial de Pixies, y la banda aprovecha su presencia al máximo. Algunos mirarán con sospecha lo similar que suenan las armonías vocales y el musculoso estilo musical de Lenchantin a la marca registrada que solía aportar Deal, pero es innegable que funciona de manera magistral cuando comparte voces apasionadamente con Francis en ‘Bel Esprit’ o en el delicado coro de ‘Might As Well Be Gone’ y la veraniega (y adictiva) ‘Classic Masher’, con uno de los estribillos más masivos en la historia de la banda. Más impresionante aún es su aporte en ‘All I Think About Now’, que comienza peligrosamente similar a ‘Where Is My Mind?’ (cuando entran los ‘uuuuh’ vocales uno se pregunta si el guiño es intencional) pero se transforma en un sentido tributo que la nueva recluta le canta a su antecesora.

Para aquellos a los que todo esto le suena como que los Pixies han perdido los dientes, Francis, Joey Santiago, David Lovering y Lenchantin se encargan de incluir algunos números para recordar que siguen siendo capaces de elevar los niveles de peligro. El frontman brama con agresividad el nombre del tema titular antes de sumergirse en su melodía impredecible y mutante, mientras que ‘Baal’s Back’ y ‘Um Chagga Lagga’ se revuelcan en una energía pegajosamente frenética. Por otro lado, hay algo extremadamente nervioso en la progresión de ‘Temement Song’, que te recuerda que pocas bandas capturan el sonido de la ansiedad como los Pixies. No todo es un triunfo: temas como ‘Talent’ se acercan peligrosamente a los peores momentos de “Indie Cindy”, con la banda en una especie de piloto automático que no logra enganchar.

Es probable que, pese a todo lo que hace bien, “Head Carrier” no sea capaz de esquivar uno de los dardos más recurrentes contra “Indie Cindy”: Que una banda que alguna vez fue tan innovadora como los Pixies ahora parezca contentarse con escribir canciones sólidas que se quedan en eso: una solidez profesional. Efectivamente es poco probable que este álbum les vaya a ganar nuevos fanáticos o termine influenciando a una nueva generación de músicos. Sin embargo, hay algo en el sonido del disco, más melancólico que de costumbre, que parece responder a este mismo escenario: Una cierta aceptación nostálgica, esa que te inunda al recordar buenos tiempos pasados que sabes que simplemente no volverán, aunque de todos modos te hacen sonreír. Es difícil predecir qué le depara el futuro a los Pixies (la reciente revelación de que el guitarrista Joey Santiago entrará a rehabilitación le da un nuevo tinte a los sonidos más introspectivos del álbum), pero al final de “Head Carrier”, el cuarteto suena inesperadamente relajado. Después de todo lo que han hecho, vaya que se lo han ganado.



Por Ignacio de la Maza.

No hay comentarios: