La muerte es un problema popular. Desde la portada de su catorceavo álbum de estudio, la imagen de Leonard Cohen, asomándose con serenidad santificada desde su ventana a este mundo negro, anuncia la existencia de una realidad alterna. Desde ahí, el hombre que esperaba la llegada de un milagro y que clamaba haber visto el futuro, nos entrega su última plegaria.
El solemne “aquí estoy, aquí estoy, estoy listo, Mi Señor”, sentenciado desde la resignación en el magnético y excelso tema homónimo, es verbalizado en un conciso “Himeni, himeni”, aquella respuesta de Abraham al llamado de Dios, la respuesta leal y el sacrificio inminente de su primogénito Isaac. Cohen mismo, confesó haber estado listo para morir en una entrevista en octubre recién pasado, publicada en el New Yorker. Aunque posteriormente dijo haber exagerado, su último álbum es reflejo de un estado interno de fatalidad ineludible y de dicha zen. Este es su propio sacrificio.
Producido junto a su hijo Adam y Patrick Leonard (Madonna, Pink Floyd, Bryan Ferry), quien estuvo a cargo en “Popular Problems” (2014) y “Old Ideas” (2012), el último trabajo de Leonard es un refinado ejercicio estilístico de espiritualidad sobrecogedora, aquella que brota del abandono de las polaridades (“le di la espalda al diablo, le di la espalda al ángel también”, canta en el gospel radiante ‘On The Level’) y el abandono de sí mismo (“Me salgo del juego, dejo la mesa”, en la noctámbula ‘Leaving The Table’). En la severidad de ‘Travelling Light’, con su barítono abisal, presagia el ocaso (“luz viajera, es el adiós, mi alguna vez brillante estrella fugaz”), y en el minimalismo sacro de ‘It Seemed The Better Way’ (“mejor sujeto mi lengua, mejor tomo mi lugar, alzo este vaso de sangre e intento orar las gracias”), se entrega por completo.
En agosto recién pasado, Cohen se dirigió a su recientemente fallecida musa Marianne Ihlen, inspiración de ‘So Long, Marianne’ y ‘Bird On A Wire’, en una elocuente carta de despedida: “estamos realmente tan viejos y nuestros cuerpos se caen a pedazos, que creo que muy pronto seguiré tus pasos”. Casi siniestro en el rigor de su aceptación, el bardo cierra ahora el telón de su vida con “You Want It Darker”, su movimiento más lúgubre y lúcido: un último aliento que se convierte en un tornado, y es que Leonard siempre resembló una fuerza de la naturaleza. “Hay un aspecto espiritual en la vida de cada uno, quieran o no hacerse cargo”, sentenció poco antes de dejar este mundo. ¿Lo querían más oscuro? Se ha muerto la flama. Everybody knows.
Por Nuno Veloso.
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