Diez condenados por graves violaciones a los derechos humanos pidieron perdón en una ceremonia ecuménica en Punta Peuco. Es un eslabón más de una cadena que partió hace algunos años con las declaraciones de arrepentimiento de algunos burócratas que participaron en la dictadura. Ahora son algunos de los victimarios –pocos, por cierto– los que piden perdón.
En el grupo se encuentran asesinos, torturadores, degolladores, secuestradores que actuaron en nombre del Estado. El hecho no es menor. Considerando el tipo de crímenes, esto implica, quiérase o no, un acto político. No sin razón, agrupaciones de derechos humanos, víctimas y sus familiares se han manifestado en contra de lo que algunos califican como juego mediático, y muchos suponen una antesala para obtener reducciones carcelarias. Tres consideraciones son necesarias:
Primero: es ya común, y correcto, referir al carácter performativo del lenguaje. La idea es que la expresión lingüística es una acción en el mundo, un acto de habla. Actos de habla producen cambios en el mundo. Por ejemplo, comunicarle al que se sienta junto a la ventana abierta que hace frio en la sala, es un acto de habla que indica al receptor que la cierre. El éxito o fracaso de un acto de habla se relaciona con las condiciones de enunciación, tales como la adecuación de las personas, de las circunstancias y de las fórmulas usadas (por ejemplo, quién, en qué circunstancias, y de qué modo declara y crea el vínculo matrimonial). En ocasiones, las condiciones de éxito refieren al comportamiento del hablante. Así, una enunciación puede exigir que el hablante adopte ciertos sentimientos o intenciones, y estos se deben expresar en su comportamiento. Piense, por ejemplo, en un pésame expresado de modo burlesco.
Pedir perdón es un acto de habla. Como tal, sus condiciones de éxito implican sentimientos e intenciones. Pedir perdón sin arrepentimiento es un acto de habla fracasado. Como es conocido, Dios puede ver en los corazones. Es por eso que el perdón divino no requiere verificación behaviorista. Dios ve en nuestro corazón, y si hay arrepentimiento sincero, el deseo y la disposición de no repetir las acciones o tipo de acciones por las que se pide perdón, así como la intensión de resarcir el daño causado, entonces –ya que la generosidad divina se supone infinita– el perdón se obtiene. Pero esta es una atribución divina.
Los mortales comunes, que no podemos leer los corazones, estamos obligados a atender al comportamiento del hablante que pide perdón para establecer hipótesis sobre sus sentimientos e intenciones, o sobre la sinceridad de lo expresado. Así, el éxito del acto de habla de pedir perdón (no confundir con la otorgación del perdón) depende de sus condiciones de enunciación: el comportamiento del hablante debe respaldar ciertos sentimientos o intenciones. Se debe expresar arrepentimiento sincero –lo que implica no recurrir a estrategias de justificación de lo realizado–, el deseo de no repetirlas, y la intención de resarcir el daño causado. Esto último debe llevar a la mayor colaboración posible para dar cuenta de la verdad de lo ocurrido. Si esto no ocurre, el acto de habla de pedir perdón fracasa y se presenta como lo que es: una farsa. ¿Los diez que buscan el perdón, han entregado toda la información de la que disponen relativa a los casos por los que están condenados, y a otros, por los que no están condenados pero que los involucran –incluso como cómplices pasivos–, de modo tal de resarcir a los familiares de las víctimas al menos con el conocimiento de lo ocurrido?
Las cartas de perdón de los internos de Punta Peuco
Según la religión de cada uno, durante casi dos horas, nueve de los diez reos pidieron perdón por los crímenes que cometieron en el Gobierno Militar. En representación del condenado restante fallecido, un familiar asistió a la convocatoria.
De acuerdo a las imágenes publicadas por ADN, las palabras del ex cabo primero de Carabineros, Claudio Salazar, destacaron al reconocer su rol en los acontecimientos que violaron los derechos humanos en dicho período en Chile.
“Padre Jehová, te pido de corazón sepas perdonar mis pecados cometidos, sé que en tu infinita bondad lo harás depositándolos en el fondo del océano más grande“, expresó el texto.
Por su parte, Carlos Herrera pidió “ser perdonado por quienes les produje dolores de cabeza y zozobras en los momentos que participé en la implementación de políticas de seguridad pública en el gobierno militar, y en el caso de la familia, perdón por los malos momentos. Acerca del delito por el cual estoy preso, en el año 2000, me disculpé con la familia de la victima, teniendo —Dios mediante —buena acogida“.
Asimismo, el recluso reconoció no haber terminado de reconciliarse con sus connacionales, “pues más de alguien pudo haber quedado dolido tras mi accionar en los servicios de seguridad”.
Pedro Hormazábal, en tanto aseguró creer que “es el momento de quebrantar pacíficamente estos cerrojos de hierro que nos tienen cautivos de una dolorosa realidad que nunca quisimos. Sin pretenderlo somos, en tiempos presente, el testimonio vivo del pasado“.
Por último, Basclay Zapata declaró que “siendo cabo de Ejército serví en la disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Allí cumplí órdenes militares, poniendo especial celo en su ejecución porque pensaba que tales órdenes eran legítimas, y en aras del bien superior de la Patria. Con el tiempo constaté que ello no era así; mis superiores no ratificaron sus órdenes, y he sido, lamentablemente, condenado como parte de la “cúpula” de DINA. Como si yo hubiera sido parte de las planificaciones, dirección y control de las operaciones antisubversivas”.
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