Reproducimos el siguiente articulo por reflejar uno de los temas más reflexionados, debatidos e integrados dentro de los círculos anarquistas en los últimos tiempos: la crítica al Patriarcado.
Para algunos seres que esta sociedad ha designado biopoliticamente como “hombres”, el siguiente articulo puede parece un ataque personal hacia ellos, y en cierto grado lo es, ya que no se puede negar que en la actual sociedad machista, seguimos siendo nosotros, los “hombres”, los mayores “privilegiados” por el sistema patriarcal.
En este sentido también somos nosotros los que actuamos en más ocasiones (consiente o inconscientemente) como agresores. Es importante no tomar esta crítica como algo meramente personal, ya que se debe tener en cuenta que el sistema patriarcal va más allá de “nosotros”, respondiendo a patrones históricos y estructurales profundamente arraigados en la cultura. Por tanto, los seres que hemos sido designados por esta sociedad como “hombres”, más allá de tomar una posición a la defensiva deberíamos tomar estos cuestionamientos como un empujón para adoptar medidas que superen la opresión patriarcal en nuestra cotidianidad. Es bien sabido y son muchos los ejemplos de situaciones de opresión o agresión de carácter patriarcal en los círculos que se pretenden anarquistas o antiautoritarios.
Por otro lado, el texto habla permanentemente de “machxs”, utilizando una x para referirse a sujetos designados biopoliticamente como hombres, mujeres u de otro genero, lo cual da a entender que las relaciones de opresión patriarcales también pueden ser propiciadas por otros géneros además del masculino. Esto hace que la crítica del texto no caiga en una postura reduccionista “anti-hombre” sino que denuncie a cualquier sujeto o sujeta que reproduzca dinámicas patriarcales.
Es sabido que no es necesario ser “hombre” para tener actitudes jerárquicas en las relaciones de amistad, posesivas en lo amoroso, autoritarias en la crianza, celosas, manipuladoras, violentas, etc. Seamos “hombres”, “mujeres”, o de otro género, todos tenemos algo en común, haber sido criados bajo el modelo de educación y crianza patriarcal, por tanto somos reproductores de este modelo, por mucho que tratemos de zafarnos de sus garras. El camino a recorrer es largo y difícil, pero absolutamente necesario e irrenunciable si pretendemos generar una transformación radical de esta sociedad. El siguiente texto cumplirá su objetivo si puede aportar en este sentido, sin duda tiene varias falencias o cosas que podrían decirse mejor, pero esperamos que otros u otras puedan seguir aportando con más textos sobre el tema. En cualquier caso cumple el importante objetivo de visibilizar una problemática muy relevante.
Hace rato quería escribir sobre esto, pero pensé que era una experiencia personal. Al comenzar a hablar del tema y darme cuenta que es más frecuente de lo que se espera me dio el impulso. En el mejor de los casos si no se ha sufrido directamente la violencia anarcomachista, se conoce por algún amigx o compañerx que la experimentó o se reconoce a quién la ejerce.
No entraré a hacer ningún análisis histórico, menos conceptual/ teórico. Voy a hablar de algo mucho más simple y cercano: La cotidianidad.
Y lxs que se reconozcan en las escenas descritas o les llega algún palo, saquense la arenita. No defiendan lo indefendible, por último quédense calladitxs y ojalá sintieran un poquito de vergüenza de estar haciendo mierda el discurso en su miserable acción.
Aquí vamos:
El machismo y por ende el patriarcado es una herencia cultural de la que unx no se despoja sólo por rechazarla, no quererla o declararse “antipatriarcal”, pero tampoco basta con acomodarse en el argumento de que hemos crecido bajo este y se hace dificultoso ver otras alternativas. Es cierto, ni mujeres ni hombres nos escapamos de sus hilos que, cuidadosamente, han bordado nuestras capas. Y está tan instaurado que lo que hoy nos violenta, es muy probable que lo hayamos utilizado para violentar en algún momento, pero ¿qué pasa cuando está arraigado en sectores donde, se supone, buscamos despojarnos de lo que nos oprime? ¿No se supone que lo teníamos claro, que habíamos despavilado?
Es innegable que se hace mucho más compartida la necesidad de romper con todo tipo de represión hacia unx mismx y cómo la replicamos a lxs demás. Y aquí es donde entra toda una corriente de relaciones, unión y amor libre (como si pudiese ser de otra forma) y está demás decir que es aún más fuerte por nuestro “sector” y no hablo sólo como parejas, sino con toda vinculación con amigxs, compañerxs, hermanxs. En cuanto a un vínculo amatorio-afectivo un compañero y una compañera (dos compañeros o dos compañeras) se unen libremente y descubren ahí nuevas formas de vincularse, formar una relación, a veces incluso una familia, manada o cómo se les quiera denominar. Nos juntamos con esx otrx porque vemos en el/ella ciertas características que nos complementan, nos relacionamos de igual a igual. Pero algo empieza a ser sospechoso. Él/lla decide a qué actividades ir, qué tocatas bacilar. Poco a poco se hacen dueñxs de tu tiempo y de tu espacio con el argumento de ser tan compis que hacen todo juntos, mentira. Unx necesita su espacio, autonomía e individualidad siempre. La preocupación no pasa por llamar numerosas veces, ni por saber dónde estás ni con quién por si algo te pasa, eso es control. Desconfía de tus amigxs y sus intenciones. Incluso cae en hablar mal de las personas que por el/lla has conocido y no nos hagamos lxs desentendidos, poco a poco unx es visto como objeto del otrx, le pertenecemos y los celos, inseguridades y miedos se hacen cada vez más presentes y se expresan de distinta manera, pero siempre desde la posesión y la autoridad que creen tener.
¿Les parece conocido esto? Sí, porque de violencia machista se ha hablado mucho…¿Qué tiene de nuevo todo lo descrito respecto a una relación violenta? La sorpresa es que es ejercida por parte de compañerxs que tienen el discurso de destruirlo todo, sobre todos estos comportamientos o formas de relacionarse tan repudiables en la esfera de los “ciudadanos”, pero que bien replican en sus fueros más íntimos.
En el discurso: Antimachistas, Antiautoritarixs, Antipatriarcas.
En la realidad: puro hocico.
Son todo lo que dicen repudiar e incluso más. Y no sólo eso, tienden a adueñarse de personas, espacios y actividades donde antes de ese vínculo con el/la violentitx eras “nadie” en espacios anárquicos ni afines, sólo te debes a ser la “polola/compi/pareja” de, nunca unx mismx como ser, minimizando e invalidando todo lo que unx es, defiende, representa y cree. Competencias ridículas sobre saber más o menos de cierto tema, invalidar opiniones, carreras por quién hace o va a más actividades y un amplio número de conductas que parecen irrisorias, pero existen. Y esto no sólo habla de un problema de ego no resuelto, sino de un narcisismo casi patológico.
El machismo en los espacios anarquistas – antiautoritarios existe y bien lo sabemos. Y no sólo entre anarquistas, también entre simpatizantes o curiosxs con la idea. No sólo por lxs descritxs anteriormente sino que por partida doble. Machitos que violentan en múltiples formas y compañerxs que lxs justifican cayendo en los argumentos más arraigados del velo machista como defender a aquel amiguitx acusado: “El/lla nunca haría algo así” o tratando de “maraca culiá” o “mentirosxs desechadxs” “estás inventando” y la lista sigue. También replican actitudes de mierda como las amenazas o prohibición de acercarse a algún espacio, dejándole poca distancia a lxs pacxs con este actuar.
Toda relación humana tiene dificultades, pero aquellas que tienden a lo amatorio-afectivo tienden a ser, quizás, las más complejas. ¿cómo romper con el desapego y el dolor de un término? Bueno, nadie tiene recetas. Pero si lo que nos unió con un otrx estaba basado en fraternidad, compañerismo, amor y otros, ¿por qué empañarlos con mierda?. En la medida que reconozcamos esto podremos avanzar hacia nuevas formas de relacionarnos… y esperemos que sean libres en la acción y no sólo en el discurso. Nada más fascistoide que coartar al otro. ¿y qué tenemos de facho nosotrxs? echémonos una revisá interna. Y para lxs que nos gustan las complejidades y avanzamos en camino cuesta arriba, creo que es una tarea por la que se puede empezar.
Violencia psicológica; la transparente y tristemente invisibilizada. ¿Qué importa que el loquito la trate de gueona todo el tiempo? Sí así nos referimos al otrx hoy en día. Da lo mismo que la loca lo trate de “el gueón que me como” si total es algo libre y gueón no hace daño. Y no po, el problema es cuando se torna protagonista en nuestro vínculo con otrx y con la intención de dañar. Insultos, minimización de opiniones, gritos, control excesivo o indiferencia total, amenazas.. nada nuevo que agregar.
En cuanto a la violencia física tenemos ejemplos super claros y desde los más comunes. Hemos sido objeto de golpes, empujones y tironeos en la calle, cachetadas, tomadas y tiradas de pelo, patadas, ahorcamientos breves – y no tanto- patadas, agarradas de los brazos hasta tener los dedos con marcas. No deben extrañarnos casos de que pololos paqueen a las cabras que luego de ir a una actividad, regresaban a la casa y él le empezó a armar show en la micro porque “saludó a muchos hombres”. El loco le pegó en la micro a vista de todxs los pasajeros pero nadie hizo nada porque “son punky, son así”, como escuchó decir la compa que se quedó en la micro cuando el cobarde se bajó. También una chiquilla contó que estaba medio mal con su loquito y se juntaron para ir a la casa de éste. Dos casas antes de llegar el loco empieza a pelear, la empuja, tironea, le quita el celular y se entró a su casa dejándola en la calle y se lo devolvió luego de haberle revisado todas las conversaciones y comentarios (para qué nos vamos ahora en esa trasgresión… da para extenderse en otro escrito mejor). Y dentro de lo más fome son las cabras que tienen hijxs con machitxs “anarcos” o que rehacen su vida con uno al lado, ya que no sólo se ven expuestas a estos tratos y abusos sino que afectan directamente al crix.
Estos son algunos ejemplos, experiencias hay muchas más. Y en “público” no cambia, sólo se disfraza un poco más: empujones en tocatas, estrellones al pasar y aquí hay otro componente: trompeos y estrellones a lxs amigxs o acompañantes a las actividades, dándoselas de bacán, rudxs y violentxs. ¿Y se cuestionan si tiene algo de fascistoide eso? ¿no buscan imponer su autoridad tal cual un paco?
Y es precisamente otro punto relevante a tratar. ¿qué pasa con lxs compañerxs que se ven sobrepasados por la violencia ejercida hacia ellxs? Si no hay que ir tan lejos para ver que compañeras antiautoritarias anarquistas han tenido que recurrir a la policía para mantenerse a salvo o por lo menos, tranquilxs. Los manuales de autodefensa y los piños de apoyo indudablemente son relevantes, pero no logran abarcar todo. ¿Lxs linchamos por recurrir a lxs pacxs? O ¿nos ponemos críticos (sipo, tal como en el discurso) y analizamos este fenómeno, de una vez por todas, como algo que se escapa de cualquier estrato social, tendencias políticas, ideologías y clase? y empezamos por darnos cuenta que estas prácticas están en este sector y que por omisión o por acción somos parte. Más de algunx ha visto cómo han sido tratadxs compañerxs en actividades, marchas o tocatas; insultos, funas o incluso expulsados por parte de otro piño y que no responden a problemas o conflictos más “relevantes” sino que responden a un machismo arraigado y, lamentablemente, a cuestiones cercanas a despechos mal tratados, lealtades mal entendidas y negación de actitudes machistas.
Así que machitxs ponganse vivitxs; están puro reproduciendo aquello que quieren erradicar. Las prácticas que buscan la liberación no pueden ser al mismo tiempo opresoras de sus “compañerxs”, que no es sólo un término que reemplaza a ‘pareja’ o ‘pololx’ (porque eso es muy posesivo, machista y patriarcal, ¿o no?) sino porque eso somos y así debiéramos ser vistxs independiente del vínculo que se tenga. Nuestras convicciones, luchas, lo que somos y en lo que creemos no están sujetas en ningún momento a la durabilidad de una relación de pareja. Paremos el webeo. Si creemos en las relaciones fraternas y horizontales basadas en los valores de la solidaridad, sinceridad y compañerismo deberíamos partir por despojarnos de los resabios del rencor, despecho, la rabia y sobre todo con las prácticas violentistas descritas aquí. Somos atacados por todos lados y estamos puro perdiendo fuerzas entre nosotrxs.
Las distintas luchas y batallas que enfrentamos, son igual de importantes que la lucha cotidiana de romper con todo lo que se nos ha impuesto y condenado a seguir reproduciendo, como ya lo dije por acción y omisión estamos siendo parte, pero es necesario quitarse la venda e incentivar la crítica.
Aún no somos libres de nada si continuamos perpetuando este tipo de situaciones.
Por Anita Bonghit.
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