La región chilena, a lo largo de su historia y territorio, ha tenido una serie de hechos sangrientos, donde las relaciones entre el Estado y el Movimiento Obrero han sido complejas, cada vez que este se levanta o exige alguna reivindicación o derecho organizadamente.
En el caso del movimiento obrero tales roces con el Estado pueden clasificarse en tres periodos: el primero durante los comienzos del siglo XX, culminando en 1907 con la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. El segundo periodo de esta trágica historia se registra en los fines de la segunda década del siglo y la década del 30, donde nuevamente los obreros, pobladores y campesinos son asesinados por el estado chileno. Finalmente encontramos el último ciclo de matanzas, el cual comienza con la masacre de El Salvador y culmina con la de Puerto Montt el año 1969, donde por parte del gobierno de Frei, esta práctica se hace bastante cotidiana. La coyuntura ocurrida en los años 1965 y 1966 en los diversos campamentos mineros cupríferos de Chile es un tema ausente en el estudio historiográfico y la memoria colectiva, esto debido a que en las diversas investigaciones que existen sobre la época, ninguna trata específicamente de estos hechos, centrándose mayoritariamente, en el ampliación que existía del movimiento social a nivel de pobladores, campesinos y obreros de los grandes polos industriales del Chile central.
Además, la mayor parte de las veces que son mencionados los sucesos de El Salvador, se les trata de distintas formas, con errores en las fechas o en los protagonistas, como así también en la cantidad de víctimas que se señalan. La historia que llevó a la masacre comenzó en octubre de 1965 con un paro indefinido de la Gran minería del Cobre, éste fue acogido por el personal de la Andes Copper Minning y de la Potrerillos Railway Company, entrando a las movilizaciones los campamentos de Sewell, El Salvador, Potrerillos y Chuquicamata, entre otros. El paro tenía por objetivo mejoras salariales para los trabajadores. La movilización fue calificada por parte del gobierno como “huelga ilegal”, siendo caracterizada como un conflicto de carácter político, el cual había sido generado, a palabras del ministro de Minería, por parte de los enemigos del gobierno (La Izquierda). Pero no fue hasta el mes de noviembre que la huelga comenzó a tener un carácter más conflictivo, primero fueron los enfrentamientos entre obreros y Krumiros, en las afueras de las faenas de producción, seguidos prontamente éstos, por enfrentamientos con carabineros. Es debido a esta situación, que el gobierno decide declarar “Zona de Emergencia” a los departamentos que se veían afectados por la huelga, El Loa, Chañaral, Tocopilla y Rancagua. Esto debido a que la movilización afectaba directamente un sector estratégico de la economía, sumándose a esto que dicho movimiento era ilegal frente a las autoridades. Se detuvo a gran cantidad de dirigentes de los diversos sindicatos implicados en la huelga, por lo que finalmente durante la noche del día 30 de noviembre, al cumplirse 37 días de huelga, se decide poner fin a la paralización, esto debido a un acuerdo al que llegaron los mineros con el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el cual se comprometió a desistir en las demandas contra los dirigentes que se encontraban presos, pacto que fue secreto.
Entre los triunfos de los obreros y empleados se pueden señalar que se finalizó con las “zonas de emergencia” y se incluyó el veto presidencial al proyecto del cobre, lográndose bonificaciones compensatorias, gratificaciones extraordinarias y participación de las utilidades. Comienza el año 1966 y el 3 de enero, mientras en el parlamento se discute la ley de Chilenización del cobre, se inicia una huelga legal en el sindicato de El Teniente, con ella la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) hace un llamado a las demás mineras a la solidaridad con esta lucha, la cual pedía mejoras salariales de un 283,9%, muy por sobre lo que la compañía proponía que era un 125,5% y también bastante distante de la propuesta del gobierno de un 147,7%. Los primeros dos meses de la huelga trascurrieron sin mayores hechos relevantes, no fue hasta el día 57 de la huelga, cuando los campamentos mineros de Potrerillos, El Salvador, Llanta y Barquito, paralizaron sus faenas en apoyo a sus compañeros de El Teniente (1 de Marzo), siendo este hecho calificado como una muestra de solidaridad de clase por parte de los diversos sectores obreros y mineros. El mismo día en que se inicio el Paro en el norte, se declaró el estado de emergencia en el departamento de Chañaral, produciéndose gran cantidad de allanamientos de casas, ordenados por el Gobernador subrogante Coronel Roberto Viaux Marambio, respaldado por el Intendente Joaquín Vial, en los cuales se detuvieron a los dirigentes sindicales Julio Arancibia (Secretario del Sindicato de Potrerillos), Carlos Gómez (Presidente del sindicato de El Salvador), Jaime Sotelo (Secretario del sindicato de El Salvador), Pablo Gutiérrez y Hernán Carranza (Ambos dirigentes de los trabajadores de Barquito), los cuales fueron enviados a la cárcel de La Serena, donde también llegarían algunos dirigentes de Rancagua. Al día siguiente de la detención de los dirigentes se realizarían las votaciones, por lo que esta acción del gobierno tenía el claro objetivo de descabezar el movimiento para que este perdiera fuerza y se votara en contra de la movilización. Además el gobierno toma otras medidas tales como allanar casas de trabajadores y expulsarlos de los campamentos. Tal fue el caso de El Salvador donde se expulsó a 300 trabajadores, los cuales fueron enviados a Pueblo Hundido (Actual Diego de Almagro), siendo obligados a dejar todos sus enseres en el campamento, además de ser separados de sus familias, las cuales quedaron en El Salvador. Y eran éstas las que principalmente acudían al local del sindicato, el cual funcionaba las 24 horas del día, para dar alimentación en ollas comunes y además para distraer a los obreros que ocupaban el local, con juegos tales como billar, cartas y dominó. Cabe mencionar que las medidas de presión no fueron efectivas, ya que el resultado de la votación fue un rotundo apoyo a la huelga, por lo que esta continuó.
Con el pasar de los días la situación se torna cada vez más tensa, hasta que el día 8 de marzo, los militares a cargo de la zona de emergencia de Chañaral, emiten la orden arbitraria de la reanudación de las faenas de El Salvador, Potrerillos y el puerto de Barquito, colocando a cargo de esta al Coronel del Ejercito Manuel Pinochet Sepúlveda. La orden fue escasamente acatada, en El Salvador llegan 30 obreros mientras que en Potrerillos llegan solo 10. Ante esta situación, la autoridad militar, al día siguiente, el 8 de marzo, intenta allanar el sindicato de obreros de Potrerillos, el cual se ve rodeado de militares con armamento de guerra, incluyendo una ametralladora, a muy temprana hora (5 AM), para de esta forma causar sorpresa a sus ocupantes y evitar apoyo de quienes no se encontraban en el local sindical. Ya estaba amaneciendo y fuera del sindicato, se encontraban militares y carabineros, formados y fuertemente armados con fusiles automáticos, la pieza de ametralladora fue ubicada frente a la puerta del sindicato, los 40 obreros que estaban dentro al ver el peligro, cerraron las puertas y esperaron, la situación fue vista por algunas mujeres la cuales comenzaron a correr la voz en todo el campamento, “Van a llevarse a los hombres del pueblo”“A lo mejor los van a balear”, repetían por cada rincón. En pocos minutos gran cantidad de mujeres y obreros llegaban a las cercanías del sindicato, acercándose cautelosamente, comprendiendo que cualquier movimiento mal pensado podría generar la balacera. Fue de esa forma hasta que un grupo de mujeres valientemente toma una bandera chilena y se coloca entre la tropa y el sindicato, éstas comenzaron a caminar lentamente hacia los militares, llegando hasta el frente de la ametralladora, rodeándola con la bandera. En este momento algunos carabineros y militares se abalanzan sobre la puerta del local e intentan derribarla, generándose una situación de completo pánico entre los obreros que estaban dentro y aquellos que observaban junto a sus mujeres y las de sus compañeros. El oficial a cargo conscientemente mide la situación y se acerca a las mujeres iniciándose un dialogo entre ambas partes, de no ser por esto en cosa de segundos se hubiese producido el choque entre militares y obreros. De la negociación se decide que las mujeres entrarían al local, pero en medio de toda la tensión una de estas pide que se lea la orden de allanamiento, ante lo cual el oficial procede y la lee en voz alta, diciendo al finalizar “bueno ¿y ahora?”, la mujer en medio de su temor y rabia le da la más insólita respuesta de acorde al momento, “Bueno ahora te la metís… esas son puras mentiras de ustedes. Es para llevarnos los hombres a Pueblo” (Hundido). El oficial comienza a hablar nuevamente con las mujeres, generando un nuevo dialogo, ante lo cual los militares allanaron el local de forma pacífica, no encontrando en este nada comprometedor. Una vez cumplida la orden se retiraron y las mujeres quedaron a cargo del sindicato, generando un sistema de turno para realizar las guardias. Situación parecida se viviría días después en El Salvador, pero con un final muy distinto. Los trabajadores y sus familias, como era ya de costumbre, mientras estaban en huelga, se reunían en el sindicato de obreros, en el conversaban, hacían asambleas para evaluar la huelga y también ollas comunes. La detención el día 10 de marzo de varios periodistas y camarógrafos que se encontraban en el campamento cubriendo el conflicto, hacía presagiar que algo sucedería, ese mismo día “subieron” los militares que se encontraban en Pueblo Hundido, llegando a reforzar los que ya estaban en el campamento. El día 11 de marzo, los obreros y sus familias se encontraban como de costumbre en el sindicato, a punto de almorzar cuando llega el rumor de que los camiones que se encontraban en la escuela pública, se estaban preparando para bajar a desalojar el sindicato. Los militares no tardaron en llegar a la comisaría que se encontraba a pocos metros del local, los obreros esperaban expectantes mirando desde dentro.
A los pocos minutos baja el Teniente de Carabineros Luís Hald, en una camioneta militar, acompañado por el Suboficial Luís Abarzúa y un grupo de Militares, Carabineros y Detectives, que sumaban aproximadamente 85 hombres en tres camiones. Los trabajadores, pensaron que se realizaría algún tipo de dialogo, debido a que muchos conocían al uniformado a cargo, ya que compartían con él en diversas actividades deportivas que se llevaban a cabo en la ciudad, pero no fue así, al momento de estar ya cerca de la puerta, Hald lanza con su mano una bomba lacrimógena dentro del sindicato, generando gran caos y temor dentro, donde se encontraban mujeres y niños, además de los huelguistas. La lacrimógena golpea a uno de los trabajadores en la garganta, y comienza el escape de dentro del sindicato, a esta bomba la siguieron prontamente otras, las cuales hicieron aun más irrespirable el ambiente. Los obreros en su desesperación, rompieron una puerta en la partes posterior del sindicato y llegaron a un pasadizo que se encontraba entre este y el estadio, ahí algunos rompieron las calaminas escapando hacia dentro del recinto deportivo. Muchos obreros corrieron hacia el lado norte del sindicato, siendo atacados por la ultima bomba lacrimógena, para posteriormente producirse en este momento la primera ráfaga de disparos, estos fueron de fogueo, por lo que muchos obreros al notarlo gritan que son armas de fogueo, por lo que se acercan hacia las fuerzas represoras con palos, sillas y piedras, ante lo cual los militares responden con balas de guerra, produciéndose los primeros caídos. En el momento de los disparos de fogueo, comenzó a bajar desde el campamento gran cantidad de gente la cual corría por las calles con banderas y gritando, llegando hasta la plaza y las cercanías del sindicato, donde se aglomeraron.
Cuando comienza la primera ráfaga de balas de guerra, una mujer que corría con una bandera chilena gritando “`¡no los maten!”, es ametrallada, y según cuentan testimonios, “casi partida en dos”, la caída resulto ser Osvaldina Chaparro Castillo, ama de casa de 30 años de edad, quien era pareja de uno de los huelguistas y además tenía tres meses de embarazo, su causa de muerte fue una anemia aguda, ruptura del bazo y varias fracturas, al mismo tiempo se generaban disparos hacia el sindicato donde cae muerto Francisco Monárdez Monárdez, quien fallece por estallido de cráneo, producido por un disparo de grueso calibre en la cabeza, el cual le entro por la nuca, constatándose de esta forma que fue asesinado por la espalda. El tercer caído por esta ráfaga fue Mauricio Dubó Bórquez, un obrero soltero de 25 años, el cual fallece por anemia aguda, desgarro del hígado y fractura medular, producidos por 6 disparos en la región del abdomen, en el lugar quedan tendidos también gran cantidad de heridos. Durante esta primera ráfaga fue herido además, el Teniente de carabineros Luís Hald, quien recibió una pedrada en la cara, lo que le provoco solo una herida leve, por lo que se reincorporó rápidamente a la represión. El ruido que provocó la primera ráfaga de disparos, hizo que la gente que se encontraba a esa hora en el cine, saliera de este a ver qué sucedía, el cine se encontraba a poco menos de 30 metros de la comisaría y a unos 50 del sindicato, por lo que al salir de este los pobladores se encontraron de frente con la dantesca escena, corrieron muchos a ayudar a los heridos, los que también estaban siendo socorridos por sus mismos compañeros y mujeres que estaban dentro del sindicato, además de personas que habían bajado desde el campamento.
Al ver que comenzaba a aglomerarse gran cantidad de gente, los militares disparan una segunda ráfaga, unos 15 minutos después de la primera, produciendo nuevamente gran cantidad de heridos, entre estos Manuel Contreras Castillo, obrero de 54 años, quien cae a pocos metros de la plaza, mientras observaba los hechos, debido a una anemia aguda, generado por una bala que le llega en el cuello. A pocos metros de él cae una segunda mujer Marta Egurrola Riquelme, dueña de casa de 39 años, quien muere por anemia aguda, rotura del bazo izquierdo y fractura de fémur, generadas por las fatídicas descargas. Mientras se generaba esta segunda balacera, se produce un hecho que generará una tercera ráfaga de disparos, y que será la más cruenta de todas: el capitán del ejército Alejandro Alvarado Gamboa, había caído herido por un disparo, el juicio ante este hecho es casi unánime, ya que sólo el gobierno (ni siquiera los militares), atribuye a que la bala salió de los trabajadores, debido al calibre de ésta. Incluso el médico que atendió al capitán cuando llegó al hospital, menciona en su relato que la herida correspondería a una munición de guerra. Concluyéndose de esta forma que la bala podría haber sido dispara accidentalmente por él mismo mientras resbaló y cayó debido a lo irregular del terreno donde yacía herido). Fuese cual fuese el motivo del balazo en la pierna del capitán, este tuvo una consecuencia muy clara, la acción descontrolada de la fuerza pública, la cual comenzó a disparar en todas direcciones. La tercera ráfaga se disparó, generando nuevos heridos y tres nuevos trabajadores asesinados, Luís Alvarado Tabilo, obrero de 43 años, muerto por diversas lesiones en el tórax además de un impacto en el corazón39. Ramón Contreras Pizarro, obrero de 22 años, fallecido por una anemia aguda y una lesión múltiple en el intestino. La masacre se interrumpió con la intervención de un médico del hospital salvadoreño de nombre Samuel Pantoja, además del sacerdote del campamento Jesús Oyarzábal, el cual dio la extremaunción a los muertos en medio de la balacera. Cabe mencionar que existió un militar que se negó a disparar, el fue Luís Covarrubias, un joven que se encontraba haciendo el servicio militar, en el regimiento de La Serena, oriundo de El Salvador, no aceptó la orden de disparar contra sus propios amigos y conocidos, entre los cuales incluso podría haberse encontrado su padre que era obrero en la mina. Los cuerpos de los muertos (Monárdez y Dubó) quedaron ahí tendidos, a la espera de que llegase el Juez de Chañaral, el cual podía dar la orden para levantarlos, esto se produjo recién en horas de la noche, por lo que ambos cuerpos estuvieron durante toda la tarde tendidos fuera del sindicato, donde fueron cubiertos por las mismas calaminas que habían sido arrancadas del estadio. Fueron acompañados por sus compañeros y familiares, quienes les llenaron de flores y les encendieron velas, a lo largo de todo el día.
Los heridos mientras tanto fueron trasladados al hospital, en el murieron 5 de las victimas mas graves durante el transcurso del día, mientras que Luis Alvarado murió al día siguiente. El director del hospital, convocó a todos los médicos de Potrerillos y El Salvador, debido a que el hospital en ningún caso estaba preparado para recibir la gran cantidad de heridos que llegó. A cargo de esta misión estuvo el doctor Manuel Vidal, el cual designó 7 médicos para que hicieran las autopsias, junto con los restantes operó a 26 de los 37 heridos, intentando que el sistema no colapsara, dio de alta a variados pacientes que estaban de antes en el recinto, pidió donantes de sangre, ordenó que las ambulancias estuvieran en alerta y dispuso las salas del hospital para pacientes graves, menos graves y para intervenciones. Al día siguiente, el médico pidió que aterrizara un avión para llevarse a los militares, con el objetivo de calmar los ánimos y por miedo a una nueva matanza. Esto fue llevado a cabo y, además, con ellos se fue el capitán herido de bala y algunos de los heridos de mayor gravedad (civiles). Los uniformados, a excepción de los militares con rango, que eran jóvenes que cumplían el servicio militar, se trasladaron a Copiapó, llegando al Regimiento de dicha ciudad, ahí se pudieron ver las caras desfiguradas de los jóvenes, los cuales en ningún momento estaban preparados para cometer tan asqueroso crimen, el cual fueron obligados a perpetrar. Las reacciones ante la masacre no se hicieron esperar durante la tarde del día 12 en Santiago, un grupo de jóvenes se reunieron en las afuera de la oficina de El Mercurio, para protestar por la masacre, el mismo día luego de la sesión extraordinaria del Senado, a las afueras del Congreso Nacional, se registran protestas contra los senadores democratacristianos, los que son atacado verbalmente por jóvenes los cuales les adjudican culpabilidad en los sangrientos hechos del norte. Además desde el mismo 11 en la noche se registraron diversos rayados en las paredes de Santiago, en alusión a la masacre, culpabilizando a Frei de la violenta represión, pero fue durante el día 15 que se registraron diversas detenciones de parte de carabineros y detectives: se detuvo a 10 personas realizando rayados contra el Presidente y, además, apedreando la casa de un destacado político de la Democracia Cristiana (no se señala el nombre). Misma situación se registró en la Plaza Perú de Concepción, donde se detuvo a secundarios y universitarios, haciendo menciones a las acciones de Frei en las paredes.
Finalmente el último caso de protesta espontánea que se encontró, fue el ocurrido en El Salvador, durante los primeros días de Abril. Los militares, pocos días antes de irse dejaron grandes bandera chilenas, en los principales cerros del campamento, estas sufrieron el “atentado” de ser rasgadas y destruidas, en memoria de los mineros y mujeres que habían sido asesinados por los mismos uniformados que las dejaron allí, viéndose de esta forma como se identifica al estado como el culpable, el que hacía gala de su nacionalismo, pero que ante esa misma bandera, asesinaba a trabajadores y mujeres. Posteriormente a la masacre, la Central Única de Trabajadores de Chile, convocó a paro nacional para el día 15 de marzo, contando con los mineros de El Teniente, El Salvador y Potrerillos, aun paralizados (El Puerto de Barquito había vuelto a trabajar) y con una serie de gremios y organización las cuales día a día iban comprometiendo su participación en la movilización llamada a modo de solidaridad, con los obreros y mujeres asesinados, además de la larga huelga que los obreros del cobre llevaban a cabo. El paro se separó en dos días, el primero el 14 de marzo donde detuvo sus faenas la minería a nivel nacional. Además de los campamentos que ya estaban paralizados, se sumaron la Disputada de la Condes, la pequeña y mediana minería del cobre, casi todos los Salitreros y los mineros del carbón de Lota y Schwager, el gran ausente de esta y la posterior jornada sería Chuquicamata, donde no se paralizara ni se emitirá declaración alguna durante los dos días de la manifestación solidaria. El paro nacional, si bien fue mirado en menos y denostado por el gobierno y la prensa de derecha (El Mercurio, Las Últimas Noticias, El Sur, Etc.), fue bastante exitoso, pero no logró paralizar el país, ya que gran cantidad de gremios importantes, no acudió al llamado. Los que si paralizaron sus actividades de forma efectiva fueron los Profesores del Estado y de las universidades de Chile y Técnica, los obreros municipales, los obreros ferroviarios, los del cuero y el calzado, los de la construcción, los textiles, los de la Compañía Chilena de Electricidad, los cerveceros, los de Loza Penco, los lancheros de Tocopilla, los de la fábrica de explosivos de Calama, algunos panaderos, los de Licores Mitjans, los de la Compañía de Fósforos, los de Chiprodal, los de la Compañía de Acero del Pacifico (CAP) Huachipato, casi todos los salitreros, los mineros del carbón de las provincias de Concepción y Arauco, la pequeña y mediana minería, y naturalmente los de El Teniente, El Salvador y Potrerillos. Llegando gran cantidad de obreros y familias a la concentración de la Plaza de los Artesanos, donde se reunieron alrededor de 35.000 personas, cifra bastante más alta que la que reunió Frei en su acto el día anterior (3.500 personas). Si bien no pudieron paralizar sus faenas, algunos gremios entregaron su solidaridad con los compañeros de El Salvador y El Teniente, estos fueron los trabajadores Bancarios y los de la salud que paralizaron parcialmente algunas horas y los de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado, quienes enviaron una suma de dinero a las familias de las víctimas. Para el día 16 de marzo, se reanudan las conversaciones en El Teniente, sin lograr frutos. En El Salvador mientras tanto, se produce un nuevo hecho de tensión cuando la empresa dejó a disposición del Coronel Pinochet, la contratación de nuevos trabajadores, esto debido a que el paro era acatado mayoritariamente. Este hecho generó gran resistencia en los trabajadores, quienes se opusieron tajantemente a la medida. Finalmente fueron despedidos alrededor de 350 obreros al momento de finalizar la huelga. El fin de la huelga de El Salvador, seguía dependiendo del fin de la de El Teniente, a la cual se había sumado como nuevo requerimiento la liberación de los dirigente Salvadoreños, demanda que se sumó en agradecimiento a los compañeros por su valentía en esta batalla que ahora estaban peleando juntos. Para el día 20 de marzo, al cumplirse 77 días de huelga en El Teniente, se comienzan a dar las primeras luces para finalizar el conflicto, llegando a un acuerdo económico los obreros con la empresa Braden Copper, sin embargo, pusieron como condición que para que este se llevara a cabo se debía cumplir por parte del gobierno la liberación de los dirigentes. Solo fue una semana después, el día 28, que se supo que la Corte de Apelaciones de La Serena había liberado bajo fianza a los dirigentes presos, culminando de esta forma los paros solidarios de El Salvador y Potrerillos. Pero aún continuaba en pie la huelga de El Teniente, la cual se solucionó el 31 de marzo, al día 87 de huelga, ganando por parte de los trabajadores y trabajadoras gran cantidad de demandas. Las Zonas de Emergencia se mantuvieron hasta el día 17 de abril, cuando fueron derogadas, volviendo la tranquilidad nuevamente a los campamentos mineros. La huelga dejó pérdidas millonarias para el Estado chileno, 2 millones 737 mil dólares, en la huelgas solidarias del norte, mientras que la de El Teniente dejo perdidas por 27 millones 330 mil dólares.
Además de las irreparables e incalculables pérdidas humanas que ocurrieron en El Salvador. La masacre de El Salvador, entre el año 1966 y 1973 trajo consigo una serie de consecuencias, éstas fueron principalmente desilusiones respecto a varios ámbitos políticos y a vías que tomarán distintas organizaciones políticas en los años siguientes. Estas situaciones se vieron posteriormente confirmadas con los siguientes hechos sangrientos que ocurrirían durante el periodo de Frei, con la masacre en Santiago en 1967 durante una manifestación de la CUT, con 7 muertos y con la de Pampa Irigoin, Puerto Montt, con 11 pobladores muertos. En primer lugar tenemos el vuelco a la opción de la vía armada en desmedro de la democrática, por parte de los organismos de izquierda, los cuales vieron con Frei y su política represiva, una desilusión de lo que planteaba principalmente el Partido Comunista y el sector liderado por Allende en el Partido Socialista, de un gobierno popular democráticamente elegido, además se da la adopción por parte de éstos grupos de las ideas que en la década de 1960, rondaban por toda Latinoamérica, con su principal referente en Cuba. De igual manera que lo anterior, dentro del Partido Demócrata Cristiano, se da una desilusión por parte de variados sectores, esto podemos constatarlo con el grupo de militantes que formó “juventud rebelde” en el Maule y por los jóvenes que se rebelaban constantemente contra su partido, tal como el caso de los detenidos en la parada militar de 1968. Esta situación encontrará su apogeo, luego de los sucesos de Puerto Montt, donde debido a la derechización que sufría el PDC, una facción se escindirá de éste formando el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), organización que se une a la coalición de izquierda. De igual forma algunos años después otro grupo con ideas de izquierda, se separa del partido de Frei, formando la Izquierda Cristiana (IC).
La Democracia Cristiana, había llegado al gobierno con una arrasadora cantidad de votos, los que en las elecciones siguientes disminuirán en gran cantidad, casi un 50%, quedando el candidato Radomiro Tomic, en el último lugar de las preferencias, siendo una oposición moderada al gobierno de Allende, hasta el asesinato del ex ministro Edmundo Pérez Zujovic por un grupo de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), donde alcanza su periodo de mayor derechización. Ojala estos hechos no queden en el olvido, para que en la sociedad actual entienda que mucho de lo hoy para ésta es normal y cotidiano, costó muchas vidas en el pasado, tal como señala Amador Ahumada, uno de los sobrevivientes de la masacre: “Esto no es un hecho aislado corresponde a los mecanismos de un gobierno burgués que desea aplacar el avance de los explotados. Es bueno que todos los trabajadores entiendan que lo que hoy tenemos, lo hemos logrado con sacrificios y a costa de estos dolorosos hechos. Pero que sepan ahora estos señores de capa y balas que jamás volveremos atrás, nunca entregaremos el pedazo de historia que hemos recobrado para nuestro pueblo. Lo único que estamos decididos a lograr es el poder para nosotros los mineros, los obreros y campesinos.