Los pensadores anarquistas, por lo general, resultan de mucho mayor actualidad y vitalidad que otras corrientes emancipatorias, como puede ser la marxista. Así, el pensamiento de alguien como Bakunin, aunque no todo, como es lógico en cualquier autor, ha resistido muy bien el paso del tiempo.
Hay que recordar, en primer lugar, que las ideas anarquistas está lejos de poseer una continuidad en el tiempo, de tal manera que el pensamiento de Kropotkin, posterior, no armonizará siempre bien con el de Bakunin. Kropotkin fue uno de los indudables padres del comunismo libertario, o al menos el que más aportó a esa corriente clásica del anarquismo. Bakunin, por el contrario, sentía una auténtica aversión por el término, hasta el punto de considerar que el comunismo constituía la "negación de la libertad". Bien es cierto que el gigante ruso identificaba exclusivamente el sistema comunista con la absorción de todos los poderes sociales en el Estado. Sin hablar de poder político, podemos decir que pensaba que comunismo era sinónimo de centralismo. Como es sabido, Bakunin se considera partidario del colectivismo, concepto paradójicamente rechazado por los herederos de Proudhon, que apostaban por el mutualismo.
Vemos que las tres principales corrientes del anarquismo moderno, las que indudablemente deberíamos conocer en profundidad, precisamente para analizar la sociedad del siglo XXI y dilucidar qué es válido del rico corpus histórico libertario, no siempre concilian bien. Frente a cualquier sistema autoritario, proclive a un sistema cerrado, ortodoxo y monolítico, el anarquismo se compone de diversas aportaciones, es heterodoxo y abierto en su afán antiautoritario.
En cualquier caso, volviendo al tema que nos ocupa, los estudiosos del anarquismo sí consideran que Bakunin constituye un punto de inflexión en la historia, hay un antes y un después de las ideas libertarias con este autor.
Particularmente, considero que leer y releer a Bakunin, su obra tantas veces caótica, pero generosamente sistematizada por autores posteriores, resulta de un aporte energético extremadamente valioso. La gran pregunta, y a pesar de que ocupa su lugar enciclopédico, es si el pensamiento de Bakunin es lo suficientemente conocido. El innumerable arrojo de falsedades, como ocurre con el propio anarquismo, a la vez que lo poco cohesionado de una obra escrita debido a una vida tumultuosa, hace que se olvide a menudo que Bakunin poseía unos conocimientos enciclopédicos. Además, su inagotable energía individual, con incontables escritos tratando de coordinar los esfuerzos y tareas de diversos países, hace que se indentifique su enorme persona con poco menos que "una internacional". Existen muchas obras dedicadas a su vida, propia de la mejor ficción de aventuras, pero tal vez no las suficientes que analicen su pensamiento, su muy estimable aportación teórica, lo cual explica en parte que tantas veces se aluda a un pensamiento "destructivo", cuando es exactamente lo contrario. Hay que recordar su condena de la violencia, aun de la revolucionaria, algunas veces necesaria, pero siempre algo condenable y propio de la estupidez humana. Parece haber habido cierto afán en considerar a Bakunin como una especie de paradigma de la negación, recogiendo sus textos de maena sesgada, cuando la lectura que puede hacerse, si gustamos de esa terminología, es la de un autor que apostó fuertemente por profundizar en la democracia. Uno de los aspectos de más innegable actualidad es el llamado voluntarismo, que más tarde recogerá Malatesta, según el cual la transformación social es propia de todos, en una democracia militante en la que se asumen derechos y obligaciones.
Bakunin, en tantos aspectos, se adelantó a males posteriores, en una advertencia sobre el progreso, en su desconfianza sobre la ciencia y la tecnología. Estas, tantas veces ciegas y determinadas, no siempre llevan al bienestar de la humanidad y sí a la destrucción y el genocidio; desgraciadamente, su análisis resultó profético en el siglo XX. No pocas veces, se ha querido ver a Bakunin, pensador anarquista que a la fuerza habla una y otra de una concepción amplia de la libertad, como paradójicamente sumiso a alguna suerte de determinismo social. Es, tal vez, otro aspecto de su pensamiento distorsionado o mal interpretado. Frente a la confianza, tantas veces exacerbada, de Kropotkin en la ciencia y el progreso, que sí podrían hacer caer al ser humano en ese determinismo, Bakunin y Malatesta apuestan por la voluntad humana, solo limitada por las propias leyes naturales, pero bien armada gracias a la razón, el conocimiento y la ética. Para Bakunin, la libertad es para el ser humano una conquista, un ideal a convertir en realidad gracias a la voluntad, el compromiso y la vigilancia permanente. Es posible que sea el aspecto más cuestionable del pensamiento bakuniano, si lo observamos superficialmente, ese que habla de que el hombre viene a estar forzado a conquistar la libertad, como si formara parte de su naturaleza. No obstante, puede resolverse la contradicción al observar a un hombre esforzado en analizar las condiciones materiales de la existencia humana para alcanzar el mejor de los ideales. Desde este punto de vista, no hay naturaleza alguna en el ser humano, ya que Bakunin alude más bien a las leyes naturales (que identifica con la ciencia y el conocimiento), somos un producto del contexto social y tenemos la capacidad para cambiarlo.
El mayor obstáculo para la conquista de la libertad es para Bakunin el binomio compuesto por Dios y el Estado. Uno de sus mayores esfuerzos estará en acabar con la idea de Dios, algo que no realiza desde fanatismo alguno y sí desde un poderoso análisis y un fuerte armazón racional. La idea de la divinidad, como tantas otras demostradas falsas, solo se sostiene por su antigüedad y, todo hay que decirlo, un argumento habitualmente mencionado por sus defensores, por su extensión universal. Como tantos otros pensadores modernos, Bakunin consideraba que las religiones constituían un conjunto de creencias falaces que el tiempo haría desaparecer. Al mismo tiempo, pensaban que eran un fuerte obstáculo para la emancipación de los pueblos. Habrá quien observe este razonamiento como obsoleto, propio de otros tiempos, sin embargo, profundicemos también en esta cuestión. De forma parecida a Marx, Bakunin también pensaba que la religión era una especie de consuelo para los afligidos, una salida a una vida miserable. Otro escape para huir de la realidad era la taberna, algo que todavía podemos observar en la fuerte cultura adictiva, con una fuerte tendencia a la enajenación, que sufrimos.
La verdadera solución emancipatoria, para Bakunin, para esa existencia desgraciada es la revolución social. Algo en lo que debemos seguir insistiendo los anarquistas, es deseable y posible cambiar las cosas, la vida individual y social, necesariamente unidas, por una vía antiautoriaria y de constante crítica a la autoridad coercitiva. El Estado, para Bakunin, de alguna manera es producto de la religión; la subordinación a una autoridad sobrenatural y metafísica sería el cimiento para hacerlo igualmente a la autoridad política. ¿Cómo concibe Bakunin la revolución social, la nueva sociedad libertaria? La ausencia del Estado supone un federalismo en el que los trabajadores se organicen libremente y prime la solidaridad por encima de cualquier otro factor social. Recordemos que su concepción de la libertad individual se enriquece, no se limita, con la libertad colectiva, la de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad. Todo esto lleva a considerar la libertad como necesariamente unida a la igualdad, económica y social, no solo política. Para establecer esa igualdad, debe darse la organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones de productores; estas, estarán federadas de forma libre en instancias superiores, que pueden recibir el nombre que se quiera, pero sin que tengan ninguno de los rasgos tutelares y autoritarios del Estado. Merece la pena estudiar con detenimiento el pensamiento de Bakunin, que afectó a todos los ámbitos de la vida en busca de la emancipación social e individual, ya que en él encontraremos con seguridad un legado muy valioso.
Por
Capi Vidal.